El sistema electoral español es proporcional corregido.
Barajando sólo los números las distorsiones finales a la proporcionalidad
estricta no son excesivas ni mucho menos. Sobre todo si se eliminaran la desviaciones
que introduce la geografía electoral, distritos provinciales muy grandes y
desiguales. ¿Por qué entonces se ha manifestado, desde que se consolidara la
Transición, prácticamente como mayoritario, concentrando el poder en dos
grandes partidos que se alternaban con regularidad teutónica?
La vida política es muy compleja y con frecuencia la
insatisfacción de los ciudadanos y la escasa reflexión conduce a
simplificaciones que inducen acciones dañinas y más frustrantes que las
generadoras de la incomodidad inicial porque se suman a ella. De cualquier modo,
no creo que mientras se mantenga la hegemonía de dos partidos se plantee en
serio una reforma a no ser que el clamor popular se haga insoportable. En la
legislatura Zapatero hubo un trabajo parlamentario en ese sentido que fue un
fiasco, obviamente sólo se pretendía acallar el clamor que empezaba a ser
molesto en los oídos de los parlamentarios. Quizás un gobierno de coalición
entre partidos que tomados individualmente sean débiles tendría verdadero
interés y capacidad de decisión para emprender la tarea. Paradójicamente puede
que sea una de las virtudes del multipartidismo que nos anuncian a unos meses
vista. De hecho las ideas que estos días han salido tanto del PP como del PSOE,
más de aquel, van en la dirección de incrementar la propensión mayoritaria al
proponer que gobierne la lista más votada, tenga o no mayoría suficiente, o la
doble vuelta. Son modos simples y cómodos de quitarse de en medio la molestia
de los partidos minoritarios, y, de paso, los deseos y opiniones de millones de
españoles que no coinciden con los mayoritarios o que rechazan seguir los pasos
de Vicente, el del dicho popular.
Aún no he contestado a la pregunta inicial. La Transición no
sólo produjo una ley electoral y una constitución sino también unas normas,
unos modos, unos reflejos que tuvieron la función buscada, pero también
espontánea, de fortalecer a los partidos que salían del magma franquista que
los había demonizado sin tregua durante décadas. Fue una buena reacción pero
tuvo efectos secundarios. La sobredosis de tonificadores creó unos partidos con
capacidad de penetrar y contaminar todas las instituciones del sistema. Como es
natural no desperdiciaron la ocasión y el resultado es que sus afanes
manipuladores se han convertido en casi incontenibles pero también en prácticamente
insoportables. La colonización que han ejercido sobre la administración y la
vida política en general ha beneficiado sobre todo a los dos grandes, como es
natural, creando la imagen de un sistema bipartidista que se ha instalado en la
mente de los ciudadanos. No es de extrañar pues que, de modo natural, lo
trasladen a las urnas. Lo que nos une a la danza PP /PSOE es una relación
amor/odio que nos hace infelices pero incapaces de romper el círculo.
Para que el sistema electoral se comporte como lo que es,
proporcional corregido, necesitaremos que los partidos pierdan poder, bien sea
por la vía legislativa, por el cambio de los esquemas mentales de los votantes o,
mejor, por ambas cosas.
Y ¿por qué vamos a querer corregir la proporcionalidad pura?
Esa es cuestión para tratar en otro momento.
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