Los nacionalistas alemanes de antes admiraban tanto a los
griegos clásicos que los imaginaron rubios, apolíneos y con los ojos azules,
ancestros arios. La afición que les profesaron sólo es comparable con el
desprecio que sienten ahora que los han redescubierto morenos y marrulleros, o
sea mediterráneos. Y es que el amor siempre fue engañoso y poco duradero.
El siglo XX, fue de verdad violento, eso queda en su debe,
pero también fue político. La política estaba en todas partes y lo organizaba,
o desorganizaba (según gustos), todo. Para comprenderlo nada como recurrir al aleccionador
ejemplo de cómo se trató la deuda alemana en aquel entonces y como se trata
ahora la griega.
En 1953 Alemania (RFA) no tenía ni pajolera idea de cómo iba
a pagar la deuda (la que restaba de la IGM y la que generó la República de
Weimar, ambas olvidadas por Hitler ocupadísimo con sus manejos bélicos, más las
contraídas durante el conflicto, incrementadas con algunas indemnizaciones de
guerra, como la que se estimó que debía a Grecia por su ocupación, valorada en
7.000.000.000 $ de la época)*. De hecho el Estado que dirigía Adenauer estaba
al borde de la quiebra.
Se reunieron en Londres los países acreedores (EE.UU. UK y RF,
y otros de comparsa) y decidieron una quita de más del 60%, un largo y elástico
plazo para pagar (concluyó en 2010), que los pagos anuales no sobrepasaran el
5% del PIB, intereses de 0 a 5%, preeminencia de los tribunales alemanes en
caso de conflicto, y posibilidad en caso de necesidad de pagar con su propia
moneda devaluada.** Entre las facturas que se tiraron a la papelera por la
quita debía ir la de Grecia porque nunca vio dracma ni marco alguno.***
Fue una operación política, a los
mercados ni se les concedió la palabra. La RFA era una pieza clave de la Guerra
Fría y su recuperación era vital. Para que el milagro alemán acabara de sustanciarse
se añadieron las nutritivas inyecciones vitaminadas del plan Marshall. Sin duda
los alemanes son disciplinados y laboriosos pero recuérdese el caos económico
de entreguerras, la hiperinflación, el ascenso del nazismo y la guerra, todo, o
casi todo, por su incapacidad para salir solos de la montaña de deuda, aliñada con humillación, que cayó sobre
ellos en 1918.
Pero los tiempos han cambiado. De
nada de lo anterior se benefician ahora los griegos, no habrá rebajas con magnánimas
facilidades ni plan Marshall ni Alemania reconocerá que está en deuda con ellos.
Y es que ahora la política está de capa caída a todos los niveles, desde los
municipios hasta las relaciones internacionales; ha sido sustituida por los
mercados, esa cosa que solo entiende de dinero, saldos, beneficio, intereses…
De modo que ya no se recurre a la deuda ocasionalmente para hacer política sino
que sólo se recurre a la política para cobrar la deuda. El resto es puro cambalache.
Cierto que acreedores privados de Grecia ya casi no existen (se deshicieron de
la deuda a tiempo transfiriéndola a las arcas públicas de la UE) y la negociación la llevan las instituciones
comunitarias con el apoyo del FMI, pero el estilo y los modos permanecen y el
aliento de los intereses privados en el cogote de los negociadores es casi
visible.
El pecado original es griego, sin
duda, por una administración corrupta y demagógica sobre una ciudadanía
irresponsable (tal cual ocurrió con Alemania en la primera mitad del XX); pero
la vorágine desatada después triturando las débiles estructuras de la economía
griega y sumiendo las finanzas en un círculo vicioso del que es imposible salir
sin ayuda procede del capitalismo inhumano que hemos construido.
Como la UE está impregnada de la
ideología neoliberal y gobernada por la derecha que hoy se alimenta de ella, no
cabe esperar un comportamiento muy distinto del que tendrían entes privados. La
poca política que se ve procede de la presión americana cuyos intereses
estratégicos pueden resultar dañados.
Urge un rearme político de la UE
y un lavado de cerebro para todos, ciudadanos y gobernantes, que arranquen los
prejuicios que arruinan la cooperación. Rubios o morenos, apolíneos o
dionisiacos, disciplinados o marrulleros hay en todas partes; las idiosincrasias
nacionales, en lo que tienen de ciertas, son producto de las circunstancias y
tan sólidas o deleznables como aquellas.
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*Cohn-Bendit
en un famoso discurso en el Parlamento europeo la estimó, actualizada e
incrementada con los intereses correspondientes, en 80.000.000.000 €.
**
Consultar: Grecia-Alemania
¿Quién debe a quién? por Eric Tousaint, El
acuerdo de Londres de 1953 sobre la deuda alemana en Wikipedia y M.
A. Moreno en el Blog Salmón.
***
Conviene recordar que los ocupantes alemanes obligaron a los griegos a sufragar
los costes de la ocupación.
1 comentario:
El último párrafo lo resume....
Saludos
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