22 jul 2015

Los otros

Algunos animales utilizan una curiosa estrategia de defensa, hacerse el muerto, la inmovilidad absoluta. Los humanos tenemos una equivalente que es hacernos el tonto, adaptación de la anterior a la condición sapiens, pero Rajoy, con mucho, prefiere la primera, la original. No es que lo critique; yo, por ejemplo, que no soy lo que se dice un nadador, hace tiempo que descubrí como mejor técnica para flotar hacerme el muerto. Así que vaya por delante mi comprensión y solidaridad. Desde luego no sirve para la travesía del Estrecho, ni siquiera para la del embalse de mi pueblo, sólo es útil para no hundirse demasiado rápidamente. ¿Si es eso lo que se busca…?


Se hace el tonto, o el muerto, con la corrupción, en Bruselas, en Cataluña… y nos pone a todos (y al enemigo, dicen los suyos) de los nervios.

Estábamos entretenidos con lo de Grecia, con Rajoy de cuerpo presente en Bruselas, mientras Más y compañía preparaban el siguiente asalto, aguantando la risa con las noticias sobre cómo se había desinflado el catalanismo e indiferentes ante la perspectiva de que Moragas trasladara el finado a la Península; y es que el mundo de los ‘muertos’  y el de los ‘vivos’ se ignoran mutuamente.

Estoy por pensar que nada de estrategias, que quizás sea genético o cultural. Veamos. Después de los antiguos egipcios y los latinoamericanos de hoy creo que somos nosotros los que tenemos una más equívoca y frondosa relación con la muerte. No hay más que recordar al Cid ganando batallas después de muerto, a Juana la Loca paseando el cadáver de su marido por Castilla o a Don Juan Tenorio desafiando a los difuntos... Es posible que esa sea una de las fuentes de inspiración del interfecto, la otra debe ser su patria chica en donde las ánimas procesionan habitualmente por los bosques, como es sabido (me he atrevido a adosar al noble sustantivo ‘patria’ el adjetivo ‘chica’ porque tengo entendido que Rajoy no es galleguista… todavía). Así pues, el último logro de la ciudadanía hispana, el más difícil todavía, sería haber elegido a un muerto viviente para que marque nuestro destino próximo.

En medio de la osadía y cada vez mayor desparpajo del sector independentista catalán, el presidente hace un alarde y se incorpora en su catafalco para decir: Cataluña no será independiente. Y otra vez a la horizontal. Se supone que con eso ya podemos estar tranquilos. Para más inri el ministro de justicia viene a decir más o menos que todavía no ha puesto a trabajar a su equipo en este asunto (se nota) pero que cuando lo haga se van a enterar. Empiezo a sospechar que el Consejo de Ministros en pleno es un auténtico camposanto.

Con tan macabras disquisiciones me ha venido a la memoria una película de Amenábar en la que los vivos resultaban ser los muertos, y viceversa. Se me ocurre que quizás podría ser yo el muerto y no Rajoy. Si fuera así casi que me alegro de no compartir el mundo con él; en éste, sea el que sea, hay cierta vidilla.


3 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Muy bien escrito...

Saludos

jaramos.g dijo...

Mi más cordial saludo, después de tanto tiempo. Por la salud no pregunto, porque no es plan. Y voy ya al artículo. En efecto, el presidente es, como decimos por aquí, un plasta. Su flema es evidente. Pero, ¿se trata de un defecto o de un rasgo de estilo? No sé qué contestar, como tampoco si, sea defecto o talante, influyen muy negativamente en su acción de gobierno. Tal vez algunos quisieran reacciones más prontas y contundentes. Reconozco que, en mi caso, soy persona de efecto algo retardado y de cámara un poco lenta, o sea, rajoyniano (en esto); pero no por eso suelo dejar de hacer lo que debo y muy pocas veces he llegado con retraso a la solución de los problemas personales y profesionales con los que me he topado. Seguiría para decir, por extenso y tranquilamente, que me gusta ser como soy. Pero no es de mí de quien quería hablar y ya he hablado demasiado.

Arcadio R.C. dijo...

Pues saludos cordiales amigo Jaramos, dichosos los ojos. Fíjate lo que son las cosas, a mí me ocurre lo que cuentas de ti. Pero jamás se me ocurriría ponerme al frente del gobierno de la nación (suponiendo, que es mucho suponer, que se pudiera dar la circunstancia). Sería un acto tan irresponsable que no lo imagino en mi. Seguramente a ti te ocurrirá otro tanto.
Por otra parte 'el no hacer', en política, es una forma de hacer. Otra cosa es que sea la oportuna.
Un fuerte abrazo.