La física tiene reglas inmutables: ningún cuerpo puede
ocupar al mismo tiempo el lugar de otro, según la ley de impenetrabilidad, que
no requiere mayores explicaciones porque se puede percibir y aceptar
intuitivamente sin gran esfuerzo intelectual. En política, por el contrario,
parece no haber nada inmutable, pero, así y todo, en la geografía partidaria esta ley se cumple siempre. El feroz combate por
el centro que se libra entre todos los partidos que aspiran en serio a
conquistar el poder es demostración palpable.
El panorama de la izquierda en España
revelaba un centro izquierda ocupado por el PSOE, una izquierda más nítida (IU,
antes PCE) y unos grupúsculos en el extremo, numerosos y variopintos. No
considero el factor nacionalista que complicaría el asunto ad infinitum. IU era considerada desde el centro como radical, pero
como reformista y entreguista desde el extremo. Todo esto es obvio.
El movimiento espontáneo del 15M fue
liderado y utilizado como palanca política por algunos de los grupúsculos de
izquierda y ciertas personalidades carismáticas que lo han convertido en una
opción política ‘normal’, lo que implica ya una voluntad de moderación, para
competir por los votos. Lo hizo al principio con un discurso radical y
supuestamente novedoso que deslumbró a la juventud (y a cierta ciudadanía
senior que fantasea sobre su lozanía intelectual) porque rechazaba la
dialéctica política al uso desde la transición, de la que IU alardeaba, hasta
ahora, por haber contribuido decisivamente a su construcción. Una vez instalado
en el terreno de juego, Podemos, que de esa formación se trata, inició un viaje
hacia el centro aunque cuidándose de mostrar siempre por las ventanillas las banderas
revolucionarias. No voy a detallar los hitos de esta gran marcha porque está a
la vista y aún no llega a término, pero ha sido arrolladora y ha tenido logros
importantes. Los radicales que cabalgan Podemos y que antes y durante el 15M
criticaban a IU por entreguista, derechista, inoperante y otros pecados, la han
adelantado por la derecha sin inmutarse. La consecuencia inmediata es que la
candidatura de Garzón, el líder comunista (¿se puede usar todavía el vocablo?) de
después de la debacle, es, sin duda, la más nítidamente de izquierdas, lo que,
muy probablemente, no la sacará de las arenas movedizas en que ha caído. El adelantamiento ha convertido a los ‘moderados’
en radicales y a los ‘radicales’ en moderados, por mucho que estos últimos conserven un lenguaje
y modos populistas que dan el tono que conviene y ayuda a que no se
desenganchen sus primeros seguidores, alentados también por el triunfo que se
atisba.
No había duda hasta ahora de que el PSOE
ocupaba el centro izquierda: ha demostrado gobernando que no conserva las
mínimas veleidades revolucionarias, pero sí que es capaz de reformas sociales,
que, teniendo en cuenta la excéntrica ubicación de nuestra derecha, pueden considerarse
aceptables. Esa política se correspondía con una actitud de moderación en todos
los aspectos. Sin embargo el acoso de Podemos ha empezado a provocar gestos de rigidez
radical en sus líderes que anuncian un cambio de actitudes.
Es más difícil suplantar al PSOE en su
ubicación que a IU, pero es evidente la vocación de los líderes del nuevo
partido, aunque no hay tanto radical de izquierdas para el "asalto al cielo" que anunciara
Iglesias: la batalla, como siempre, está convocada en el centro.
¿Qué hacer? La pregunta ya no se la hacen
en el staff de Podemos, la tienen superada. No hay más que oír el nuevo tono de
voz de su líder, tan parecido al de un solucionador de conflictos, aunque ‘en
privado’ siga declarándose marxista. Quizás por aquello de: “Estos son mis
principios, pero si no le gustan tengo otros”
Ustedes mismos.
1 comentario:
La frase de Groucho Marx es la moderación en estado puro...
Saludos
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