Si lanzamos una moneda al aire las probabilidades de que
salga cara o cruz son las mismas, 50% para cada una. De hecho si las tiradas se
prolongaran al infinito el resultado, dicen los matemáticos, sería siempre el
empate. Por extraño que parezca el resultado más probable en una asamblea de
3030 miembros que vota SI o NO es el empate, o sea, 1515 para cada opción.
Naturalmente para eso se necesitaría que sus componentes fueran elementos no
pensantes, como las monedas. Cualquier actividad cerebral introduciría
variantes que destrozarían las matemáticas. Y si se supone que el grupo tiene
una cierta homogeneidad en su pensamiento, como debe ocurrir en un partido
político o candidatura, y la pregunta no se refiere a sus preferencias por los
dulces de pascua, el empate sólo se explica por la intervención del maligno,
como sugirió el líder máximo del evento que nos ocupa, la asamblea de la CUP.
Si no se cree en Satanás la opción que nos queda es suponer que la actividad cerebral
de los presentes fue próxima a cero.
Yo me inclino por esta última, sin que deba entenderse
intención alguna de insultar, sino simplemente el afán de hallar la verdad, tan
fuerte en mi caso como el de salvar al mundo, empezando por Cataluña, que tenían los reunidos en tan
memorable asamblea. Sin duda los pensamientos y voluntades de unos y otros eran
tan variados y opuestos que acabaron por neutralizarse arrojando el mismo
resultado que si no hubiera habido ninguno. Lástima que la unidad popular, que
figura en su denominación, no haya podido ser ratificada por el instrumento
clave de su quehacer político, la asamblea. En política abundan estas pifias.
Se suele criticar a los partidos, que llamamos tradicionales,
por la uniformidad de pensamiento que muestran sus miembros. Los de la CUP han
querido darnos una lección de lo que es la democracia pura. No hay que negar
que la intención era excelente y habría que estarles agradecidos si no fuera
porque el experimento no lo hicieron con gaseosa, como suelen recomendar los
manuales ¡Estos chicos no están para normas ya escritas! Sin embargo, si algo
tienen de útiles los partidos, y hasta las candidaturas, es que sus miembros
tienen intereses intelectuales, políticos, sociales, económicos semejantes.
Precisamente se unen para hacer fuerza y conseguir así sus objetivos; también
para pulir, racionalizar y propagar sus propuestas. Ante ellos “el pueblo” en
asamblea sólo es un montón de gente.
¡Feliz año nuevo!
1 comentario:
Muy bien tratado...
Feliz Año !
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