Los malos y los buenos no están bien distribuidos. Casi
todos los buenos están por aquí, a nuestro alrededor, en cambio los malos
muestran una extraña preferencia por merodear en otros vecindarios, los del
prójimo. Veo Carlos, la serie sobre
el emperador con que nos obsequia TVE y me quedo pasmado de la maldad,
frivolidad, doblez, estupidez o lujuria de los reyes de Francia o Inglaterra,
incluso los papas, en contraposición a la caballerosidad, bonhomía y hasta
capacidad para el amor verdadero, de los de España, que apenas si tienen que
mejorar en alguna cosilla de poca monta. Hay que incluir a las reinas que aunque
sean extranjeras de origen en seguida se contagian de las buenas cualidades del lugar, y si naciendo aquí marchan afuera nunca las abandonan. Viendo la serie
no se me va de la cabeza aquella copla que dice: La española cuando besa/ es que besa de verdad… Debería estar en la
banda sonora, por lo menos en las escenas con féminas.
Sin embargo por ahí no parecen tener la misma opinión. La
visión de la España del XVI, XVII en Europa es tenebrosa. Hemos llamado a esa
imagen leyenda negra, sin duda para
reducirla al ámbito de la imaginación de gentes que nos quieren mal. Incluso de
nuestras mujeres tienen otra opinión, como nos mostró Bizet, bastante tiempo
después, es verdad, con aquella Carmen,
sembrando el infundio de que a alguna sí que le interesa besar por frivolidad. Difama que algo queda.
Esto pasa cuando ‘nosotros’ somos España, pero cuando somos
Europa u Occidente entonces los otros, los malos pasan a ser los asiáticos, los
moros, los africanos… Es un fenómeno curioso, de difícil explicación, pero
absolutamente incuestionable. Todos ‘nosotros’ sabemos que si Occidente
bombardeó, invadió y masacró Irak, arruinando sus estructuras estatales y
sociales y avocándolo al caos fue en defensa de valores e intereses superiores,
o sea, los nuestros. Todos ‘nosotros’ sabemos que si se reorganizan con los
restos del ejército y el Estado desmantelados, se dotan de una ideología
anclada en sus raíces y nos replican con tácticas a su alcance, son terroristas.
La maldad está donde está.
Pero si cerramos el ángulo de visión, haciendo abstracción
de fronteras, y analizamos lo que ocurre
dentro de la sociedad, nos topamos con una imagen no muy diferente. Acabo de
oír a una muy reputada locutora de radio comentar la cumbre sobre el clima que
se celebra en París: se lamentaba de que tengamos que estar a expensas de las
mentes de nuestros mandatarios en las que, al parecer, no cabe la comprensión
de la gravedad del calentamiento global. ‘Nosotros’, los ciudadanos comunes, sí
que estamos al cabo de la cuestión, no esos políticos que sabe Dios qué turbios
intereses les mueven.
2 comentarios:
Muy bien contemplado....
Saludos
Oportuna y acertada reflexión. Personalmente, creo que no es fácil llegar a una visión y mantenerse equiditante del victimismo ("la culpa la tienen los demás") y la autoinculpación sistemática. Dependiendo de los protagonistas, del asunto, de las circunstancias, etc., las personas oscilamos y vamos de un extremo a otro. Con mucha frecuencia me abstengo de buscar al culpable de bastantes acaecimientos, aun a sabiendas de que es una postura harto cómoda. Salud(os).
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