EL ROTO |
Desde que leyera, hace muchas décadas, a B. Farrigton, Ciencia y política en el mundo antiguo,
guardo un considerable recelo por el platonismo y sus aledaños. Anteponer el
mundo de las ideas a la realidad no es sólo una doctrina filosófica más sino el
más insidioso instrumento para lograr y conseguir el poder de unos pocos sobre
la inmensa mayoría. Pura reacción contra el movimiento democrático que
conmocionaba a Atenas en su tiempo, pero que demostró tener cargas de
profundidad de acción retardada que atacaría, andando el tiempo, el progreso
científico y promocionaría, dándoles armas intelectuales, a las religiones (judaísmo,
cristianismo, islamismo) que oscurecieron la antigüedad en su tránsito al
medievo, absolutamente dominado por ellas.