La batalla de Podemos no se libra contra la derecha sino en
el seno de la izquierda. El objetivo a abatir es el PSOE, como lo fuera el
intento fallido de tiempos de Anguita.
Están en su derecho si están convencidos, como parece, de que el liderazgo
socialista hace más daño que otra cosa y ya se prolongó demasiado. Me atrevería
a decir, incluso, que la prepotencia y soberbia de que hacen gala algunos de los
dirigentes de la nueva formación no desmerecen de las que usó el PSOE en el
trato con los que se situaban a su izquierda, desde los comienzos de la
Transición hasta ayer mismo, cuando se veían a sí mismos como la única
izquierda y a los demás como payasos. También es cierto que desde el primer
momento de acceder a la Moncloa en los 80 emprendió una política de asunción
del neoliberalismo, como algo inevitable, y de alineamiento estratégico, en lo
que quedaba de Guerra Fría, que contradecían los presupuestos del discurso con
los que había accedido al poder. Que a posteriori sea valorado este rumbo como
acierto o error dependerá de la ideología del observador; que sea considerado
una traición o no, del papel que asignemos a los partidos (pedagógico, de
liderazgo o sólo transmisor de una supuesta voluntad popular); en todo caso, en
los comicios subsiguientes siempre se pueden exigir responsabilidades, y lo
cierto es que sólo apareció una contestación significativa después de 2010 con la crisis económica.
La insistencia de Pedro Sánchez en las llamadas a la puerta
de Podemos producen un poco de vergüenza ajena, desconciertan a la clientela
socialista y sorprenden a los demás porque parecen dar por sentado que unas
posibles nuevas elecciones arrojarán peores condiciones para el PSOE. Por su
parte Podemos combate los malos presagios, para ellos también, con el acercamiento
a IU, desfondada y desmoralizada, de la que espera obtener, si al final se
dejara, y todo parece indicar que así será , más de un millón de votos. ¿Se
cumplirá así el sueño del sorpasso?
A mi modo de ver la cuestión no es si se producirá o no sino
para qué.
Un PSOE con perfil socialdemócrata, aunque con veleidades
liberales y simpatías pro norteamericanas, ha conseguido seis legislaturas
frente a las cuatro del PP. Con ellas se construyó un Estado del bienestar
modesto pero sólido y una modernización impensable una generación anterior ¿Podría hacer otro tanto un Podemos con un
perfil difuso que va del leninismo, pasando por el trostkismo a un populismo
postmoderno de genética sudamericana, con el que pretende camuflar un look ya rancio,
y del que ignoramos sus objetivos, seguramente, pensando bien, porque no han
sido capaces de definirlos?
Un tal liderazgo de la izquierda, que, en el mejor de los
casos, difícilmente podría gobernar alguna vez fugazmente, no mejoraría la
situación actual. Por supuesto cuando se nos pasara la indignación que indujo
la crisis, no sabríamos que hacer con él y el fiasco lo pagaría la izquierda en
su conjunto que correría el riesgo de quedar arrumbada en el baúl de los
recuerdos, con un socialismo jibarizado y una izquierda radical incapaz de
tocar poder de modo significativo, como siempre.
3 comentarios:
Muy buen artículo...
Pues entonces hay que pensar y votar por el mal menor. Prosaico, sin duda, pero es que la política es así. Y el que piense otra cosa lo lleva claro.
Gracias por tu visita.
Ser práctico nunca es desacertado y menos en política.
Saludos.
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