21 abr 2016

Otros líderes


Desde la II legislatura (1982) en que Alianza Popular se presentara en una coalición de conservadores, democristianos, liberales más algunos partidos regionalistas de derechas, liderada por Fraga Iribarne (en el 83 se constituyó como Coalición Popular) nunca la derecha inclusa en el PP (denominación y formato que data de 1989) ha obtenido menos de 105 diputados, su suelo electoral hasta hoy. No es nada probable que en las presuntas generales que se anuncian para el 26 de Junio descienda por debajo de él, pese al nada brillante papel desempeñado por Rajoy en esta fallida legislatura, la asfixiante revelación de prácticas corruptas a todos los niveles del partido y la exitosa competencia planteada por Ciudadanos en su sector ideológico; puede que supere incluso los 123 de hoy, como pronostican reiteradamente las encuestas.
Si desde entonces ha logrado dos mayorías absolutas y en los peores momentos se ha mantenido firme por encima de un suelo tan elevado habrá que deducir que sus resultados electorales tienen cimientos sociológicos bastante sólidos. Compartir los valores de la izquierda no incapacita para ver esta realidad; sólo desde la estulticia o la ceguera se puede ignorar.

Durante el tiempo del bipartidismo la solución fue la alternancia: los dos protagonistas se presentaban como oposición y gobierno alternativos, sin mayores peligros para su identidad, aunque en el fondo se tratara de una colaboración. En la nueva situación cabría esperar algún tipo de acuerdo de legislatura o de gobierno entre los antiguos antagonistas, única solución posible con permiso de las matemáticas, que, ahora sí, presentaría dificultades inéditas, no sólo para acordar, sino para gobernar sin menoscabo de la integridad, aunque cuenten con el colchón amortiguador de C´s.

Lo corriente es que la inmensa mayoría de la gente comparta los valores  del sistema que le tocó en suerte habitar  (quiéranlo o no, lo hacen incluso sus oponentes). Entre partidarios y reformistas es normal que alcancen una gran mayoría, basada, en última instancia, en la conservación del sistema, sea o no políticamente correcto expresarlo en los terrenos de la izquierda. Un fenómeno sociológico que habría que tener en cuenta desde el nivel de la política partidaria en situaciones como la presente; aunque sólo sea para no perder el tiempo y el norte buscando imposibles compañeros de viaje, con la única explicación de la atracción por la aureola romántica con que se adornan desmañadamente.

Obviamente ha sido el miedo a no saber gestionar la nueva situación sin daño partidario, sumado a los antagonismos personales entre líderes (Rajoy/Sánchez) lo que nos aboca a unas nuevas elecciones. Falta de altura política y exceso de personalismos, en última instancia.

Una lectura no amañada del resultado electoral da una enorme mayoría a la suma de los conservadores (PP) más la nueva derecha crítica (C’s) más la izquierda reformista (PSOE), los tres con fronteras comunes. Los cambios que parecen haber reclamado los votantes se refieren precisamente a la colaboración, a que los acuerdos sean explícitos y controlables y no se camuflen en la alternancia.

No, no se necesitan nuevas elecciones, se necesitan otros líderes.