20 may 2016

Políticos y economistas

La economía desconcierta e irrita a un santo. Uno ve a los físicos disentir sobre determinados problemas, pero poco a poco se van comprobando o rechazando las tesis en discusión hasta que al final todo el mundo acepta los nuevos parámetros y ya, salvo los tontos, nadie discrepa. En economía pasa al revés cuestiones comprobadas ayer dejan de ser válidas para mañana y, por supuesto, los expertos nunca dejan de discrepar radicalmente de modo que para uno el otro es simplemente un imbécil, si es que no un sinvergüenza, aunque ambos puedan exhibir sendos nobel.

Por ejemplo ¿Qué le pasa a un país cuya deuda pública supera  la riqueza que es capaz de crear en un año, que además en su mayor parte está en manos extranjeras y de la que hace años sólo es capaz de pagar los intereses, que, para más inri, se hace acompañar de una deuda privada igualmente astronómica y cuya economía es incapaz de generar empleo para mucho más del 80 % de su población activa? Te lo diré de aquí a unos años cuando lo que tenga que pasar haya pasado. Aún entonces los economistas discreparán sobre la madre que la parió y la identidad y responsabilidades del padre, porque no es verdad, como se ha dicho, que los economistas pronostiquen con acierto el pasado, también allí pelean sin cuartel.

Seguramente habéis identificado el país que propuse como ejemplo. Hace cuatro años (algo más porque a lo tonto a lo tonto Rajoy ha conseguido ya superarlos en su mandato sin salirse de la ley) Zapatero dejó la Moncloa. Según su sucesor y los políticos y economistas de corte, el leonés fue el gobernante más malo desde tiempos de Witiza, aquel del que se dice que por su degeneración moral y mal gobierno perdió a España. Sin embargo dejó el gobierno con la deuda en el 70% del PIB; Rajoy, nos la ha puesto al final de su mandato en el 110%. La diferencia es que aquel se fue con la sensación y el estigma del fracaso y éste se vuelve a presentar haciendo de la campaña una apoteosis de su gestión. Sin tener para nada en cuenta esta cosa tonta de la deuda ni lo que parece su causa, el déficit no controlado, los economistas áulicos diseñan una nueva reducción de impuestos, que suena tan bien en campaña y tan ricamente cosecha votos. No soy experto, pero creo que los malabares que la publicidad hace con la verdad no entran en el octavo mandamiento, así que, tranquilos.

No se ven ya físicos partidarios del geocentrismo o que renieguen de la ley de la gravedad, pero economistas que defiendan unas medidas, si sirven a éste, o las contrarias, si sirven a aquel, una legión. Parece que la economía fuera una disciplina que proporciona argumentos con aparato matemático y apariencia científica para sostener una tesis y la contraria. La mejor servidora de la política. Tan buena que cuando el amo se invalida por haberse cubierto demasiado de mierda, se presta a tomar el mando (aunque sin olvidar el mandado) hasta que remite la emergencia.
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La ilustración es la de portada de Economistas, políticos y otros animales, de Fernández Ordoñez. He leído en algún sitio que lo mejor del libro es el título.