Todo apunta a que igualdad social y eficiencia económica son
valores inversamente proporcionales. A mayor igualdad menor eficiencia y
viceversa. La ciencia económica parece no tener dudas al respecto, aunque haya
muchos que pongan en duda que tal disciplina sea una ciencia y que los
supuestos científicos que la practican se pongan alguna vez de acuerdo en algo.
Pero, hagamos la gracia al lector de pasar por alto tan aviesas críticas. La
cuestión no sería pues intentar la cuadratura del círculo luchando por la
eficiencia y la igualdad simultáneamente y con igual intensidad, lo que sólo
nos llevaría a la melancolía, sino optar por una o por otra como objetivo
prioritario.
Resulta que una economía desregulada y flexible parece
conducir a mayores grados de producción y competitividad, mientras que los
esfuerzos por distribuir la renta y generar igualdad exigen un intervencionismo
que se convierte en maliciosas interferencias en los sutiles mecanismos del
mercado. Todos sabemos, no por un análisis teórico sino por haberle echado un
vistazo a la realidad, que la Unión Soviética y los demás países del socialismo
realmente existente, que se decía entonces, colapsaron a finales del XX porque
su ineficiencia económica había llegado a un punto insostenible. Mientras los
capitalistas se adaptaron a las exigencias de la Guerra Fría y hasta sacaron
provecho de ella, los del otro lado del telón cayeron en el desabastecimiento,
el dislocamiento de la oferta y la demanda, y en rigideces paralizantes por una
excesiva burocratización, el colmo de la ineficiencia. El caso de Venezuela
proporciona un ejemplo más moderno y de más rápida evolución, a ritmo caribeño.
Si la conclusión del primer párrafo fuera cierta y nuestra
conciencia se situara en ese ámbito que hemos convenido en llamar izquierda, no
habría más que optar por la igualdad, haciendo esfuerzos por que no se nos
desmandara la ineficiencia por regulaciones excesivas o torpes, si ello fuera
posible; y punto pelota. Esto, que visto sobre el papel parece de cajón, no
debe habérsele ocurrido a mucha gente o no debe ser tan fácil porque si hemos
de buscar quien lo practica no encontramos modelos puros más que entre los
escandinavos. Hay allí una sabia mezcla de desregulación y protección social
combinadas con altos impuestos que ha dado excelentes resultados.
USA y UK han optado por la desregulación y la libertad con
lo que la eficiencia es altísima pero también la desigualdad, sólo mitigada por
un nivel de empleo alto. Otros países, mediterráneos, algunos americanos, etc.,
se han quedado con lo peor de ambas opciones: densa regulación y poca
protección, lo que conduce a la ineficiencia, el paro y la desigualdad. Europa
centro (Francia, Alemania…), además de en la geografía, también está centrada
en esto; precisamente España intenta desesperadamente, con resbalones,
tropezones y vacilaciones integrarse en esta situación, a la que toca pero no
alcanza plenamente.
Las posiciones ideológicas y apriorísticas, más
regulación/fuera regulación, colocan la idea en cabeza de la marcha: malo, desembocaremos
en la desigualdad o en la ineficiencia. El que quiera ser escandinavo opte por
los resultados como acicate, para lo que habrá que buscar inspiración en las
experiencias exitosas ‒la mejor relación igualdad/eficiencia, cuya clave parece
estar no en la desregulación, la protección o los impuestos, ni siquiera en la
combinación de los tres, sino en que la mezcla sea sabia‒, y hagase la
traducción necesaria, que ya es bastante tarea y delicada.
Los entramados ideológicos que tengamos en la cabeza nos deleitan
con dulces utopías o, si están en los demás, inquietan con oscuras distopías,
pero siempre, siempre nos levantarán los pies del suelo… y no tenemos alas. Hay
que manejarlos con cuidado.
3 comentarios:
Bien tratado...
Magnífico análisis.
Has hecho un análisis genial, me encanta.
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