Leo por ahí, en alguien que alerta a Iglesias, que está bien
asaltar los cielos pero que hay que mantener los pies sobre la tierra.
Imposible, varias leyes no debatidas en ningún parlamento, o sea, de las de
pata negra, convierten la acción en pura quimera. La física es así de puñetera,
si eres de carne y hueso nada tienes que hacer por los cielos; si estás en los
cielos nada puedes hacer por aquí, salvo sobresaltar a algún pastorcillo
(difícil porque la legislación laboral hace tiempo que la tomó con el trabajo
infantil) para que te levanten una capilla o algo así ¡Siempre el ladrillo!
Los seguidores de Pablo (el de Vallecas, no el de Tarso)
estarán diciendo: «este tío no sabe lo que es una metáfora». Sí que lo sé, pero
eso me obliga a decir, vosotros lo habéis querido, que el politólogo metido a
político, hacía, hace literatura. Y no es que la literatura no tenga nada que
hacer en la política, es que nos hace borrosos los límites entre la realidad y
la ficción. Esa es su gracia. Por eso, cuidadín, cuidadín con abusar.
Es evidente que alguno que lo quiere bien, seguramente el
mismo que le ha comprado la corbata, le aconsejó que se moderara en la metáfora
y el retruécano, por no hablar del cuento y el teatro. Quizás por eso ha
volcado toda su creatividad en el programa. Programa, programa, programa
¿Recordáis? No sé cómo llevará el camarada Anguita, creador de la famosa
reiteración, que en un magín populista-leninista el programa, el decálogo
partidario, se confunda con el catálogo de IKEA, la multinacional. Freud, que
fue capaz de explicarnos cómo la conservación del fuego recayó en las mujeres
porque los varones no podían reprimir el impulso libidinoso de miccionar sobre
él en alardes de macho alfa, no podría, estoy seguro, encontrar una explicación
plausible a este fenómeno. En fin, quizás todo hubiera ido mejor y nos
habríamos ahorrado muchos sinsabores si a Marx y Engels se les hubiera ocurrido
publicar el Manifiesto en el formato
de una revista de modas de la época, en la que ellos mismos podrían haber lucido
sendos bombines, o chisteras, o uno de cada.
Casi estoy por pedirle a Pablo que vuelva a la literatura. A
mi edad me hago un lío con Instagram, el Twitter, las multinacionales y la
revolución. Bien mirado asaltar los cielos no está tan mal: si bien los Titanes
saldaron con un fracaso su asalto al Olimpo, cuento al que se referían los
clásicos de la revolución que acuñaron el dicho (en política siempre hay algún
cuento de por medio), María de Nazaret, más nuestra, lo logró pacíficamente.
Luego podríamos ver si encontramos algún pastorcillo para decirle lo que
queramos que se haga por aquí. Nada del ladrillo, faltaría más, cosas
prácticas.
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