20 oct 2016

Banderas y efemérides

Dalí - El sueño de Colón
Aunque seguramente estemos aún en la prehistoria de la neurociencia los investigadores han puesto ya de relieve la complejidad de nuestro cerebro, construido a lo largo de millones de años de evolución y en el que conviven elementos ancestrales con otros modernos. No somos todo razón y lógica, hay también, por ejemplo, una ‘inteligencia emocional’ asociada en los procesos del intelecto a las demás potencias, como el razonamiento lógico, que es el que nos parece más humano por haber sido adquirido en los últimos estadios de nuestra evolución y porque pensamos, quizás no del todo acertadamente, que lo disfrutamos en exclusiva. El caso es que la entidad humana comprende todas las potencialidades sin posibilidad de disociación y las sociedades humanas necesitan por ello no sólo de razones para su creación y mantenimiento sino también de ritos y símbolos que respondan más al mundo emocional. Esto es cierto para los pequeños grupos, familias, como para los grandes y complejos, naciones.


Alguien dijo que la historia «no se hace cuando se produce, sino siempre después, no pasa sino que se fabrica, (...) es la forma que luego damos a lo que pasó, no exactamente aquello que pasó y que cuando pasaba pocas veces parecía ser historia». Las naciones son hijas de la historia y, por tanto, de esa fabricación posterior a los sucesos, de una manipulación en la que siempre es difícil, por no decir imposible, separar y analizar los impulsos que movieron las manos de operarios ancestrales.

Es racional y lógico, y por tanto legítimo, ser conscientes de este proceso que nos permite no ser esclavos de meras apariencias; pero también apelar a los sentimientos, utilizar ritos y símbolos para afianzar y conservar lo que la historia ha construido a lo largo de muchos años, siglos, y que constituye hoy nuestro solar, nuestro paisaje colectivo, algo que nos proporciona bienestar, seguridad, unos límites, unos puntos de referencia. Es por eso que se sacralizan himnos, banderas y efemérides; declararlos tabú es un modo de blindar aquel horizonte colectivo.

Lo que no es razonable es que aquellos que llaman a la emoción para afrontar la lucha por sus ideas o intereses, la condenen si se emplea en la defensa de los símbolos de aquello que puntualmente no les interesa con el argumento falaz de que no es lógico o racional. Lo que no tiene lógica es que condenen la celebración del 12 de octubre alegando que tras la efeméride se esconde un genocidio, como si no hubiera genocidio tras el 14 de julio francés o tras la Revolución soviética o de tantos momentos históricos que son hitos en la construcción de las naciones modernas: EE. UU se construyó sobre el aniquilamiento de su población indígena y el vergonzante expolio de sus vecinos (México); las naciones europeas de hoy no se entenderían sin el proceso colonial del S. XIX; ni la excelencia de la cultura grecorromana, que está en nuestros orígenes, ni la primera experiencia democrática en Atenas hubieran sido posibles sin la brutalidad de la esclavitud; por no hablar de las hogueras sobre las que se consolidó la civilización cristiana de la que formamos parte, seamos ateos o fervorosos creyentes.

Nadie puede sentirse orgulloso de su pasado colectivo contemplado desde los valores del presente. Pero aprenderemos a respetarlo si consideramos que tales valores, los derechos humanos, que hoy luchamos por universalizar y sacralizar, son la decantación ética de la evolución histórica durante milenios, sin que haya que despreciar nada. De modo semejante a como se construyó nuestro cerebro, en el que conviven en pleno uso la parte ancestral, reptiliana, con aquella que es patrimonio exclusivo de los homínidos, en una, al fin y al cabo, feliz evolución de muchos millones de años. No nacimos con la ética y los valores del presente, los construimos trabajosamente a lo largo de la historia, y ninguno de sus capítulos es desechable, como no podemos desprendernos de la parte del cerebro adquirido en etapas prehumanas.  

1 comentario:

Manuel Reyes Camacho dijo...

Magnífico artículo, felicidades.
Me ha encantado especialmente esa frase de que "la historia no ocurre, sino que se hace".
Tus argumentos me va a servir para construir algo con coherencia cuando llegue el próximo 2 de Enero, la Toma de Granada, y los analfabetos-energúmenos de siempre se pongan a despotricar sobre el fascismo de los Reyes Católicos (que todavía no sabían lo que era eso) al expulsar a moros y judíos. Esto es, interpretar los hechos que narra la historia con ideas y concepciones modernas.