10 nov 2016

Peligros de una mala digestión

Cuando conducimos el automóvil vemos perfectamente al frente, a ambos lados, incluso hacia atrás gracias a los espejos retrovisores; pero, siempre queda una zona a la derecha o a la izquierda y un poco hacia atrás que escapa a nuestros ojos, ángulo muerto le llaman los expertos, por donde pueden aparecer súbitamente otros usuarios de la vía que no habíamos detectado y que nos pueden poner en peligro, sobre todo si no andamos ágiles de reflejos; desde luego el sobresalto siempre está garantizado. Por el ángulo muerto ha aparecido Trump, como el NO al acuerdo de paz en Colombia o el Brexit en Reino Unido. Parece que cuando más se perfeccionan los instrumentos de sondeo más nos alejamos de una predicción acertada, mayor es el ángulo muerto. No ganamos para sustos.


Después vienen los análisis, el aburrimiento de buscar culpables, con el resultado perfectamente predecible, por repetitivo, de que la responsabilidad está en los políticos perdedores por su incapacidad para conectar con el pueblo, por su desapego, por su ceguera. Admito que haya mucho de eso pero, de ser cierto que se ha elegido una mala opción (no para sesenta millones que la votaron expresamente), sería más lógico buscar esa responsabilidad en los que depositaron el voto; en la masa de ciudadanos que, con mala conciencia, por eso no manifestaron sus deseos en las encuestas, hicieron posible el resultado. Para eso, desde luego, hay que no tener mitificado al pueblo. No tenerlo por un conjunto inocente que huyendo de los políticos, siempre malvados, han desviado su voto hacía una opción de la que no prevén las consecuencias. Por el contrario, creo que los que votaron a Trump sabían perfectamente lo que hacían. Muchos de ellos se identificaban con el personaje porque en su discurso, en su patanería e ignorancia se descubrían a sí mismos. Quizás el impacto del histriónico candidato, unido a la cultura de masas que los medios y las redes nos sirven a domicilio de forma apabullante, les ha permitido ganar la confianza necesaria para llevar sus deseos profundos a las urnas sin el freno de una conciencia cierta de su ignorancia que les trababa en otras ocasiones. En el ocultamiento a los encuestadores está la única esperanza: al parecer ese freno no ha desaparecido por completo, de ahí la mala conciencia. Lo mismo cabría decir del Brexit y de mil y un sucesos de menor trascendencia internacional que proliferan en todas partes y que amenazan con proporcionar jugosas sorpresas en el futuro próximo.

Es obvio que estamos en una coyuntura de cambio y que a sus factores, globalización y revolución tecnológica, los tenemos ahora mismo atragantados a la espera de que unos jugos gástricos aguados, debilitados y escasos para tarea tan dura puedan digerirlos.

Pero, cuidado, una digestión pesada y las  repetidas sorpresas por los ángulos muertos pueden gastarnos una mala pasada cualquier día de estos, si es que no ha ocurrido ya.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Lo del "ángulo muerto" es una buena referencia...

Saludos