30 mar 2017

D. Hilarión, las modas y los modos

Lo decían D. Hilarión y su contertulio en el famoso diálogo zarzuelero: Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Investigadores del Instituto Max Planck han descubierto que ya un niño de dos años se siente impulsado a seguir lo que hace la multitud. Los resultados de la  investigación, que se puede encontrar en la revista Current Biology bajo la firma del antropólogo Daniel Haun, parecen confirmar que la tendencia emuladora forma parte de la carga genética de los homínidos. La verdad es que, aunque reconforta, no necesitábamos tan prestigiada confirmación porque desde tiempo inmemorial se suele decir ¿Adónde va Vicente? Adonde va la gente. Siendo Vicente el anónimo ciudadano, o sea, el niño de dos años en el experimento del Dr. Haun.

Pero, si bien la imitación es tan universal como ancestral, lo que cambia en su práctica social es el objeto, el sentido o la dirección. He leído en algún lugar que la palabra ‘esnob’ es un anglicismo que procede de snob contractura de la expresión latina sine nobilitate (sin nobleza), apunte que se incluía en los libros de matrícula tras el nombre de los escolares de origen burgués, que habían empezado a proliferar en los selectivos college británicos, a falta de un título de nobleza que consignar. Al parecer estos colegiales solían imitar los modos y las modas de los verdaderamente nobles con excesiva aplicación, lo que acabó por dar sentido al vocablo moderno. La explicación, sea o no cierta, muestra que la imitación es una tentación irresistible, aunque en este caso parezca a primera vista que para distinguirse de la mayoría. En realidad en esos siglos todos tenían como referencia el estilo de vida de los privilegiados, lo que cambiaba eran las posibilidades de alcanzarlo por proximidad social, y como los burgueses eran los mejor situados entre ellos el esnobismo cuajaba con éxito.

Un siglo después la burguesía, que se ha situado ya en la cúspide social, se ha convertido de imitadora en imitada. Las imágenes que nos han quedado de la primera mitad del XX nos muestran a unas clases populares intentando imitar con dignidad las maneras y el atuendo burgués  (chaquetas, sombreros…), por raído que fuera. Por su parte la nobleza ya no se distingue en absoluto porque había adoptado sin excepción los modos burgueses. Tan esnob eran unos como otros, pero, por primera vez, una clase practica el esnobismo imitando los modos de otra considerada inferior en el imaginario tradicional.

Es muy posible que el triunfo (relativo) de la democracia y su consolidación definitiva (esperemos) en Occidente, con la ascensión de la igualdad al cielo de los valores, haya sido el detonante que produjo, desde el último tercio del XX hasta nuestros días, la explosión en la informalidad de las modas, cambiando por completo la dirección de la imitación; todo el mundo copia a las clases populares cuyas manifestaciones se elevan como referentes: moda grunge, movimiento hip hop,  música rap, graffiti…

Se me ocurre que lo que corresponde en política a esta nueva usanza es el populismo que hoy arrasa, en sus diferentes modalidades, del Ártico al Mediterráneo, de la Tierra de Bafin a la Tierra del Fuego. Sus líderes adoptan con descarado esnobismo la imagen de aquellos  a quienes llaman con vocación de totalidad, el pueblo, la gente: grunge para los populistas de izquierdas; traje de ejecutivo de medio pelo y aspecto estereotipado de ario, pelo oxigenado, etc., para los de derechas. En todo caso una impostura que, por mucho que esté grabada en el ADN, podríamos tener ya la fortaleza de neutralizar, tan mayorcitos que somos como especie, y lo que sabemos, medie el Dr. Haun o no.

¿Será moda pasajera o habrá venido a quedarse por algunas décadas? Cuando se marche ¿cómo habremos quedado?