Establece la sharia
(ley islámica) que la mujer debe estar bajo la tutela del pariente masculino
más cercano, padre, hermano, esposo o hijo; que cuando se case su marido puede
golpearla si le desobedece sin otro límite que su buen criterio y deseable
moderación, repudiarla en cualquier momento o casarse con hasta otras tres
mujeres; que cuando herede reciba la mitad que sus hermanos varones y que su
testimonio ante los tribunales valga la mitad que el de un varón. Muchos
islamitas consideran que tales preceptos pretendían y consiguieron proteger a
la mujer, que en el ámbito preislámico de Oriente Medio eran auténticas esclavas,
su testimonio no era válido y en lugar de recibir herencia alguna eran parte de
la herencia de los varones. Podemos admitir esta versión, pero resulta
infumable entonces que los musulmanes no hayan sido capaces en catorce siglos de
seguir dando pasos adelante si es cierto y son conscientes de que tenían el ejemplo
de un Mahoma rompedor de la tradición. Es más, en las últimas décadas se han
dado pasos de gigante pero hacia atrás.
Los textos sagrados de las iglesias
cristianas no presentan contradicciones menos brutales con los usos y la moral actuales;
sin embargo, nadie, o prácticamente nadie, aceptaría tomarlos como guía para la
conducta de sus seguidores contemporáneos. Sus mensajes se han relativizado sometiéndolos
a la crítica histórica (en parte sólo, no hay que exagerar), y se han
secularizado la vida, las leyes y la política, erigiéndose el laicismo en norma
básica de la convivencia (sin exagerar tampoco). El islam no ha tolerado el
proceso de crítica histórica y se empeña en ignorar que fue el poder político
quien fijó el texto coránico haciendo de él un código de conducta, que, como
pasa por ser no ya inspirado sino la palabra misma de Dios, se convierte en
universal en el tiempo y el espacio.
Las leyes de familia son sin duda el
mayor obstáculo en la mutua comprensión y la mayor fuente de recelo entre las
sociedades islámicas y las demás, especialmente las occidentales. Sin embargo
no parece que se estén dando pasos hacia el acercamiento, antes bien, cuanto
mayor es la presión migratoria, mayor y más profunda es la regresión (Turquía,
Egipto…), incluso entre los inmigrantes, como muestra la apabullante difusión
del velo. Pero los musulmanes no son per se inmunes al contagio del laicismo
y la secularización. Durante el siglo XX se construyeron regímenes laicos o con
evidente vocación laica en el N. de África y Medio Oriente, repúblicas que
habían desbancado a monarquías obsoletas y desprestigiadas por el proceso
colonizador y descolonizador. En todas ellas se reformaron las leyes de familia
tradicionales y comenzó un proceso de reconocimiento de derechos para la mujer.
El retroceso del velo era claramente un signo del proceso que se vivía desde
Afganistán a Marruecos, aunque con islas de conservadurismo radical (Arabia, Emiratos…)
o más moderado (Marruecos). En el conflicto de la Guerra Fría estos regímenes
se despegaron de la tutela occidental, inclinándose hacia la no alineación o
hacia la URSS, lo que no benefició el proceso democratizador que era sólo
incipiente y a la larga degeneraron en despotismos laicos, no más despreciables
que los religiosos y monárquicos, desde luego. A esas alturas el prejuicio de
USA hacia ellos había cristalizado por completo, ayudado por un poderoso
catalizador: el conflicto palestino. No se necesitan mayores explicaciones para
comprender el proceso, mal llamado de la “primavera árabe” y su siniestro
balance, que se basó en la alianza tácita o explícita, da igual, entre USA y los
regímenes reaccionarios de la zona para liquidar el primer intento serio de
modernización del mundo árabe. Como en los relatos policiacos hay que
preguntarse quién se benefició del asesinato para hallar al culpable, sin
olvidar que a alguno pudiera haberle salido el tiro por la culata.
La esperanza de que la brecha laica
y republicana (Afganistán, Turquía, Egipto, Túnez, Irak, Siria…) con derechos
de familia homologables con Occidente, se consolidara y convirtiera en dominante en
un caldo de cultivo democrático, se ha perdido definitivamente. Ahora, la
imparable difusión del velo y su radicalización, que llega hasta el burka, vuelve
a ser un signo revelador, esta vez de regresión.
1 comentario:
Expresado claramente...
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