30 ene 2009

La infancia, presente y pasado

El vocablo procede del término latino infantia, que significaba incapacidad para hablar; así pues, se define por sus carencias, lo que no deja de ser significativo. De hecho, el concepto de infancia que tan familiar nos resulta hoy, es históricamente reciente; en un sentido estricto podría decirse que no se remonta más allá del s. XX: hay quien lo considera una consecuencia directa de la gran masacre de la Primera Guerra Mundial. Como sucede con otros fenómenos, con los que estamos en la actualidad tan íntimamente identificados que nos parece que existieron siempre y en todas partes, la infancia sería una creación cultural, de civilización, histórica.
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Estos días está siendo juzgado Thomas Lubanga por el reclutamiento de niños, utilizados como soldados en el conflicto congoleño, lamentablemente no es un caso único. El empleo de niños en el trabajo industrial y agrícola es una plaga en África, Asia y América. Los casos de pederastia en todas partes y la prostitución infantil en algunos países son lacras con las que estamos familiarizados. Sin embargo, estos hechos son visibles por dos razones: el progreso de las comunicaciones que permiten una rapidísima difusión de noticias desde cualquier rincón del mundo y la universalización de nuevos valores que contemplan la infancia como un sector de la población portadora de derechos, con valor propio –la Declaración de los Derechos del Niño data de una resolución de la ONU de noviembre de ¡1959! En ninguna parte ninguna institución, ni local ni internacional, ni laica ni religiosa, hizo nunca algo parecido–. Y es que las cosas no funcionaban igual tiempo atrás.

La Biblia cuenta como Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo Isaac porque así se lo reclamaba Yahvé como prueba de obediencia y, aunque el sacrificio no se consumara, revela una costumbre ancestral. Los espartanos despeñaban a los niños que nacían con taras que les impedirían en el futuro ser buenos soldados. En Roma cuando nacía un niño era presentado al padre que decidía si lo aceptaba o no, y aunque con el tiempo se convirtió en un ritual más, el pater familias disponía de las vidas de sus hijos. Aixa, la tercera esposa de Mahoma, tenía siete años cuando la casaron, y ella misma cuenta como, cuando tenía nueve, fue llevada por su madre de la mano desde el columpio donde jugaba al lecho del profeta ¡Allah es grande!. Explica Amin Maaluf[i] cómo los cruzados devoraban, frente a las murallas de las ciudades cercadas, a niños capturados para infundir terror a los sitiados. En la Santa Sede, hasta el s. XVIII, se castraba a algunos niños que formaban parte de los coros para que conservaran más tiempo la belleza de la voz infantil, con la que se cantaban las alabanzas al Señor ¡Laudamus Deo!. Ya en el s. XIX, y en el mundo occidental, los niños que nacían de madres esclavas, eran esclavos desde su nacimiento; con la revolución industrial se reclutó niños de corta edad para tareas como introducirse entre la maquinaria textil para desenredar los hilos, o en las minas para empujar vagonetas cargadas de mineral por túneles que se cavaban muy estrechos para reducir el costo. Muchas mujeres que se empleaban como nodrizas abandonaban o se deshacía de sus hijos por no perder el empleo. Todavía hoy hay paises que luchan por erradicar la costumbre del infanticidio femenino.

El silencio de la historia sobre los niños es tal que parece que no existieran. En las imágenes que conservamos vemos que visten como adultos y sólo se distinguen de ellos por su menor tamaño; incluso los artistas muestran una especial torpeza al retratar sus rasgos, eso cuando se ocupan de ellos, porque sorprende su ausencia en la pintura y la escultura por lo menos hasta el barroco, con la excepción del Niño Jesús. En cambio sabemos que en las sociedades agrícolas del Antiguo Régimen la natalidad era muy alta porque los campesinos los veían como una inversión para su futuro, aportando trabajo desde muy pronto y garantizando el cuidado de los mayores; y que en las sociedades desarrolladas disminuyó drásticamente porque se los vió más como un gasto y un estorbo para la realización personal de los presuntos padres.

En resumidas cuentas, los niños han existido siempre, pero nunca tuvieron el mismo valor y, desde luego, el considerarlos como sujetos de derechos y valorarlos por sí mismos, es un fenómeno reciente que, desgraciadamente, todavía se resiste en algunas mentes, en algunos ambientes y en algunos ámbitos culturales. Entre nosotros, todavía manipulamos con absoluto descaro sus mentes según la pertenencia ideológica de los padres, como si les pertenecieran; dice Dawkins[ii] que los abusos sexuales de que han sido acusados tantos clérigos son, por sus consecuencias, mucho menos graves que la manipulación ideológica que practican impunemente inculcándoles creencias contrarias a la razón, con el consentimiento de los padres, la sociedad y las autoridades. Reflexionemos.


[i] AMIN MAALOUF: Las cruzadas vistas por los árabes. Alianza Editorial[ii] RICHARD DAWKINS: El espejismo de Dios. Espasa-Calpe.
IMAGEN: niños mineros.


28 ene 2009

Palestina, tres testimonios y un mapa

Entre la multitud de textos y otros testimonios que podemos hallar, demostrativos de la injusticia histórica que se ha cometido y se sigue cometiendo con el pueblo Palestino, he seleccionado tres cuya relevancia me parece indiscutible. El primero, del más alto responsable británico en la zona advirtiendo del expolio de las tierras por el procedimiento de que las asociaciones judías internacionales las compraran a los terratenientes absentistas para expulsar después a los cultivadores palestinos. El segundo, unas palabras de Mahatma Ghandi, observador imparcial y sensible a las injusticias del dominio colonial, escritas poco después de comenzada la primera revuelta árabe; por eso dice: «Desearía que hubieran escogido el camino de la no-violencia». El tercero es una esclarecedora intervención de Ben Gurión –padre del Estado de Israel–ante sus correligionarios, expresándose con la cruda sinceridad que le caracterizaba y constituyéndose en auténtica conciencia de su pueblo.
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1) Las tierras que ocuparon los judíos ni estaban desocupadas ni eran baldías.

"El alto comisionado británico para Palestina, John Chancellor, reinició la suspensión total de la inmigración y de la compra de tierras por parte de judíos para proteger a la agricultura árabe. Dijo que 'toda la tierra cultivable está ocupada; que ninguna tierra cultivable en posesión actual de la población indígena, puede ser vendida a los judíos sin crear una clase de agricultores árabes sin tierra'... La Oficina Colonial rechazó la recomendación."

John Quigley: Palestina e Israel: Un Desafío a la Justicia.

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2) Ghandi habla sobre el Conflicto Palestino en 1938

“Palestina pertenece a los árabes de la misma manera que Inglaterra pertenece a los ingleses o Francia a los franceses… Lo que está sucediendo en Palestina en la actualidad no puede ser justificado por ningún código moral de ninguna especie. Si ellos tienen que considerar a la Palestina geográfica como su hogar nacional, es incorrecto que entren al país bajo la sombra de los fusiles británicos. Un acto religioso no puede ser realizado con la ayuda de bayonetas o de bombas. Pueden asentarse en Palestina sólo a través de la buena voluntad de los árabes. En la situación actual, son los copartícipes de los británicos en el despojo de un pueblo que no les ha hecho ningún mal. No estoy defendiendo los excesos árabes. Desearía que hubieran escogido el camino de la no-violencia en la resistencia contra lo que consideran –con justicia- como una invasión inaceptable de su país. Pero, según los cánones aceptados de lo que es justo o injusto, no se puede decir nada contra la resistencia árabe frente a desventajas abrumadoras”.

Mahatma Ghandi, citado en Un país para dos pueblos, ed. Mendes-Flohr.

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3) Ben Gurión se expresa sin ambages sobre el significado de la ocupación.

"En 1936-9 los árabes palestinos realizaron un levantamiento nacionalista... David Ben-Gurión, eminentemente realista, reconoció su naturaleza. En la discusión interna, indicó que «en nuestra argumentación política en el exterior, minimizamos la oposición árabe contra nosotros», pero exhortó a que, «no ignoremos la verdad entre nosotros mismos». La verdad era que «políticamente somos los agresores y ellos se defienden... El país es suyo, porque ellos lo habitan, mientras que nosotros queremos venir aquí e implantarnos, y desde su punto de vista nosotros queremos arrebatarles su país, mientras aún estamos en el exterior...» La sublevación fue aplastada por los británicos, con considerable brutalidad."

Noam Chomsky: El triángulo fatídico.
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4) El mapa.




Después del año 2000 algunos asentamientos judíos en territorio palestino han sido abandonados, como los que se ven en Gaza en el último mapa.
Más mapas de Palestina aquí.

25 ene 2009

Origen del conflicto palestino

El origen del problema palestino arranca del momento en que el gobierno británico acepta la tesis sionista de recuperar para los judíos la tierra prometida; este es el tema de la llamada declaración Balfour:
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Foreign Office,
2 de noviembre de 1917.

Estimado Lord Rothschild:

Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.

«El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.»

Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.

Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour.



¿Cuál era la situación en este momento? ¿Por qué esta carta? ¿Por qué la decisión del gobierno británico?

En noviembre de 1917, fecha de la carta, faltaba justo un año para que terminara la Gran Guerra con la capitulación alemana, y la derrota de Austria Hungría y de Turquía. Hacía sólo unos meses –desde abril– que EE.UU. había entrado en el conflicto. Alemania y Francia aspiraban a hacerse con las provincias turcas de Oriente Medio, entre ellas Palestina; de hecho existían contactos franco británicos para el reparto de toda la zona –en contra de las promesas a los árabes por intermedio del general Allemby y su subordinado “Lawrence de Arabia”.

En la primavera de 1917 "Londres informaba a los sionistas que su toma de posición en favor de un mandato británico en Palestina sería muy apreciada". Los contactos entre Balfour, secretario del Foreing Ofice, y destacados sionistas (Waizman, Rostchild) fueron intensos y numerosos, pero tardaron en cuajar por la dura oposición de otros judíos no sionistas (Montagut, también ministro británico) que veían más problemas que ventajas en el proyecto de Palestina. La actitud filobritánica de la mayoría, o lo más destacado, del movimiento sionista indujo la respuesta del gobierno de Lloyd George, otorgando la declaración Balfour –con algún párrafo (no se hará nada… que pueda perjudicar…) debido a la oposición Montagut.

Pero ¿qué esperaba sacar Gran Bretaña de este compromiso exactamente? Dos cuestiones fundamentalmente: 1) de modo inmediato se trataba de "conseguir el apoyo del pueblo judío, de otras naciones en lucha y de países neutrales, como Estados Unidos, a la causa aliada durante la I Guerra Mundial "–cuestión que no dejaría de tener importancia en la deriva antisemita de la Alemania de posguerra–; 2) como objetivo a largo plazo se trataba de la importancia estratégica de Palestina en las rutas marítimas y terrestres hacia la India, vital para Gran Bretaña, y su posible utilización como terminal de los oleoductos procedentes de los campos petrolíferos de Oriente Próximo, que en esta fecha ya apuntaban su inmenso valor futuro.

El 24 de julio de 1922 la Sociedad de Naciones (precedente de la ONU) incluyó la declaración en el mandato por el que se establecían las condiciones con las que se confiaba al Reino Unido la administración temporal de este territorio en nombre de árabes y judíos. En esa fecha la población del territorio era multiétnica, con mayoría absoluta árabe; los judíos, cuya número había aumentado considerablemente desde finales del s. XIX por la inmigración desde comunidades de Europa oriental, era del 11%. Desde entonces esta proporción no hizo más que cambiar a favor de los judíos, por un doble proceso de adquisición de tierras, de las que se expulsaba a sus cultivadores palestinos, y el asentamiento de colonos judíos. La revuelta árabe de 1936 no logró detener el proceso. En 1948 se declaró la independencia del Estado de Israel, consecuencia directa de la declaración Balfour, y terminó el mandato británico.

22 ene 2009

Obama y el cambio climático

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Pocas veces se han dado circunstancias tan propicias para que tanta gente espere tanto de un mandatario recién elegido. No hay terreno de la actividad humana en el que no se tenga la esperanza de un cambio que Obama no deba intentar. El medio ambiente es uno de ellos y no de los menos necesitados. El flamante presidente ha mostrado en diversas ocasiones sensibilidad en la materia, la misma que le ha faltado a la administración saliente. Quizá por eso, a finales de diciembre, el climatólogo James Hansen ha escrito una especie de carta abierta titulada: Decir la verdad a Barak Obama – Toda la verdad. [Texto en inglés, o francés]

Hansen es un científico que ha sido denostado y ridiculizado desde que emprendió una campaña de sensibilización sobre el problema del calentamiento global, dirigiéndose al gran público y a la clase política –formó parte del equipo del candidato demócrata J. Kerry–. Los escépticos del cambio climático, que con tanta frecuencia coinciden con posiciones políticas ultraconservadoras, y la derecha chocarrera y descalificadora del progresismo en cualquiera de sus manifestaciones, lo ha crucificado de todas las formas posibles. Desde posiciones más equilibradas se le acusa de apocalíptico y desmesurado. Sin embargo el texto a que hago referencia contiene ideas que en mi modesta opinión son muy acertadas, mientras no se me argumente con mayor convicción en contra.

El problema de las emisiones de gas carbónico es decisivo –387 ppm (partes por millón) de contenido de la atmósfera en la actualidad frente a 280 ppm antes de la revolución industrial– en el calentamiento global. Para reducirlo propone la captura del CO2 a la salida de las centrales termoeléctricas y su almacenamiento, el recurso a las centrales nucleares de cuarta generación y la imposición rigurosa de una tasa por las emisiones de carbono, como soluciones ineludibles porque las considera irremplazables, a escala planetaria, por las políticas seguidas en algunos países, de ahorro energético y uso de energías renovables.

Critica duramente el uso del carbón para la producción de electricidad y la tendencia actual a incrementarlo en países emergentes con reservas y en los antiguos productores para diversificar las fuentes o escapar del dominio del petróleo. Considera su uso extremadamente pernicioso porque es la fuente energética más contaminante y que más sufrimiento ha causado a la humanidad, desde su extracción a su combustión y conversión en gas de efecto invernadero. El almacenamiento del CO2 ha de acompañarse de una política de nuclearización de China y la India con centrales de cuarta generación, considerablemente avanzadas sobre las tradicionales, en seguridad, consumo de uranio y contaminación.

El texto es largo y prolijo, muy bien argumentado y hace un llamamiento a su crítica desde posiciones científicas. Se extiende considerablemente sobre los efectos del calentamiento global, sobre lo pernicioso del carbón como fuente energética, hoy y en el pasado reciente, y la necesidad de la energía nuclear, aunque entiende que haya países que no la acepten, en contra de las propuestas del ecologismo dogmático.

En el suplemento Futuro de El País se podía leer ayer un experimento en marcha protagonizado por el buque oceanográfico alemán Polarsten, con científicos europeos e indios que pretenden sembrar una zona del Atlántico con sulfato de hierro, con lo que esperan favorecer la proliferación de la población de algas y microorganismos, aumentando así la capacidad de almacenamiento de CO2 del océano.

Espero que la administración Obama sea sensible a estas demandas y colabore e incluso lidere, como corresponde a EE.UU., este tipo de esfuerzos, recuperando el tiempo perdido por una administración tan obtusa como la que acaba de hacer mutis, a Dios gracias. Si es así, hasta podríamos disculparle el cigarrillo.

18 ene 2009

¡Se acabó la fiesta!

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Entre los países de la zona euro, Irlanda y España se habían convertido en modelo y admiración de toda Europa por sus tasas de crecimiento, casi asiáticas. Una y otra mostraban en los foros europeos sus cuentas de resultados con cargante petulancia, amenazando con sobrepasar a las potencias más sólidas del continente. Ayer mismo, alegando estos resultados, pugnaba con insistencia Zapatero por hacerse un sitio en el G8.

Hoy, el zarpazo de la crisis ha dejado a Irlanda a las puertas de la unidad de cuidados intensivos del FMI, y España, noqueada por el impacto empieza a vislumbrar un futuro que se adivina oscuro y difícil por mucho más tiempo (empezamos a hablar de años) de lo que podía imaginarse hace tan solo unos meses. Nadie duda de que sin la cobertura del euro, habría que haber recurrido ya a la devaluación monetaria. Evidentemente la fiesta –aquella en la que usamos el disfraz de nuevos ricos– ha llegado a su fin. Ya sé que los que nos quedamos sin diversión hemos sido todos, el mundo entero, esta es la primera crisis global; pero lo que más me preocupa es nuestra resaca, que, quizá por ser noveles y haberle dado a la bebida sin las debidas precauciones, nos deje sin aliento mucho, mucho tiempo.

Todo es pasajero, también las recesiones; pero cuando ésta haya pasado, ¿en qué situación quedaremos? Imagino lo que ocurrirá en EE.UU., Japón, Alemania, Reino Unido, Francia… etc.; cuando sus engranajes comiencen de nuevo a rodar, porque sólo se habrán oxidado un poco, seguirán vendiendo equipamiento y servicios a China, India…; hasta es posible que alguna innovación tecnológica permita acelerar el crecimiento y proporcione un complemento de alegría al nuevo proceso. Pero ¿y España? ¿Pondremos de nuevo en marcha las hormigoneras? Me temo que no, la construcción no puede ser otra vez el motor del crecimiento porque se ha llegado a un punto de saturación ¿Qué nos queda? Un equipamiento industrial raquítico, unas tasas de productividad a la cola de Europa, una inversión en innovación tecnológica tercermundista, un sistema escolar con el índice de abandono más alto de nuestros iguales y una eficiencia lamentable. La mayor parte de los emigrantes se habrán marchado, el déficit público sobrepasará el 6%, la Seguridad Social volverá a sentir la amenaza del déficit, el paro andará por los 5 millones…

Ojalá me equivoque pero todos los indicios me hacen pensar que nuestra postración va a ser más duradera que los pasados años de euforia, que tan mal aprovechamos para dotarnos de mayor solidez que el prpocionado por el superávit de los dos o tres años pasados y el hormigón que hemos derramado por todos los rincones de nuestro país, como muestra la instalación que celebra la presidencia checa de la UE.

Puede que me tildéis de pesimista; para librarme de esa presunta acusación os recomiendo la lectura de las dos fuentes que he utilizado: la entrevista a Solbes en El País y el artículo de Pierre–Antoine Delhommais, La derrota de la Armada Invencible (La déroute de l’Invincible Armada), en Le Monde, ambos de hoy, 18 de enero.

17 ene 2009

La justicia en imágenes

Era mi intención publicar hoy una entrada sobre la justicia, a propósito de la anunciada huelga de jueces, pero en la tarea de buscar algo con qué ilustrarla, como tengo por costumbre, me encontré con imágenes que no merecen ese papel subalterno por su valor expresivo. Os las ofrezco tal cual, sin más aditamento que el nombre de sus autores; por sí solas hablan con mucha más elocuencia que yo.


H. Daumier: El tribunal, de la serie Les gens de justice.



H. Daumier: Los jueces



H. Daumier: Tres abogados, de la serie Les gens de justice.


J. Ensor: Los jueces.



Enric Jardí: La justicia.



Enric Santamaría: La justicia




Escultura de la justicia en Xalapa, Veracruz. Fotografía de Cazuzito.

11 ene 2009

La huelga vergonzante

Vergonzante es quien actúa con disimulo porque se avergüenza de su comportamiento. Con escasas variantes, así es como definen el vocablo todos los diccionarios y yo creo que es el mejor calificativo que se puede aplicar a la huelga, o lo que sea, que protagonizan, o han protagonizado ¿quién lo sabe? pilotos y controladores, ¿o no son los dos?, ¿o sí?
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La huelga es un arma de lucha del que se dotaron los obreros para la defensa de sus intereses laborales. Como muy bien saben los sindicalistas, un instrumento al que sólo se puede recurrir en última instancia, porque sus costes pueden resultar insoportables y con su abuso se puede llegar a la desmovilización y a encontrarse con resultados catastróficos. En los primeros tiempos del movimiento obrero se recurría a ella sin ningún tipo de cobertura legal, con el tiempo y el duro esfuerzo de generaciones se ha convertido en un derecho universalmente admitido, o casi.

Pero claro, conforme la clase trabajadora ha ido perdiendo su perfil clásico, invadiendo las clases medias y han ido apareciendo asalariados de lujo, las cosas han dejado de estar claras y la confusión de conceptos y de métodos de lucha se ha generalizado. Hoy son asalariados, con sueldos astronómicos e incentivos no siempre conocidos, los altos ejecutivos de las grandes empresas y, por supuesto, pilotos y controladores aéreos. La contradicción surge cuando alguno de estos colectivos decide utilizar, para hacer valer sus reivindicaciones, métodos propios de la lucha obrera. Los pilotos, o los controladores, no tienen posibilidad, como es el caso de los ejecutivos, de negociar individualmente con la empresa porque en sus habilidades profesionales no caben grandes diferencias; pero sin embargo, han descubierto que su labor es altamente estratégica y son muy difíciles de sustituir por su cualificación técnica; el plante de un pequeño número de ellos puede causar disfunciones que resulten insoportables.

La huelga clásica se hacía contra la empresa explotadora que sufría las consecuencias del cese brusco de la producción. El efecto sobre terceros que podían sufrir de desabastecimiento u otros perjuicios, no era buscado, era secundario y, en todo caso se trataba de minimizar para no caer en la impopularidad. Los trabajadores de los servicios públicos, que forzosamente tienen en los usuarios a los principales damnificados, dedican gran esfuerzo a explicar la justeza de sus reivindicaciones, buscando contrarrestar este efecto tan negativo y aceptan la existencia de servicios mínimos.

Los pilotos y controladores, cuyos ingresos y condiciones de trabajo se encuentran a años luz de los anteriores, han convertido la huelga en tan habitual en estas fechas como la llegada de los Magos. No la declaran, ni publican sus reivindicaciones y si se les pregunta la niegan. Buscan causar el máximo daño a los usuarios a los que utilizan como rehenes, con lo que su comportamiento se asemeja más al de las acciones mafiosas que al de un colectivo de trabajadores; para colmo de despropósitos, parece que gozaran de la complicidad de las propias empresas, que se resisten a denunciar que exista la huelga y achacan los problemas a otras causas, mientras tratan grosera y desconsideradamente a los viageros frustrados.

La verdad, no entiendo su táctica, y me cuesta trabajo llamar huelga a lo que hacen y sindicato a su organización; aunque hay uno que llaman del crimen y huelga, al fin y al cabo, tiene la misma raíz que juerga… Y hoy anuncia la prensa, para completar el cartel del circo, que los jueces preparan la suya. ¿Hay quién dé más?


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La imagen la he rescatado de un blog de la UGT de 2006.

9 ene 2009

La ceguera en Palestina

Un conflicto tan grave y tan enconado como el de Palestina tiene que ser, por fuerza, resultado de múltiples errores que se han ido superponiendo y depositando como los sedimentos en una formación geológica, de manera que ya resulta, no sólo irrecuperable, sino incluso irreconocible, el perfil primitivo. Como en el relato de Saramago, una ceguera peculiar ha ido afectando a todos los protagonistas, directos e indirectos, produciendo un comportamiento tan torpe que ha enmarañado la situación hasta el punto de hacer imposible ya un arreglo sin gravísimos traumas.
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Es una evidencia que el gran error originario fue la creación del Estado de Israel y el traslado de millones de personas desde todas partes del mundo a la nueva tierra prometida, cumpliendo el deseo de los ultras sionistas, que ellos mismos imaginaban utópico, arrinconando, en el mejor de los casos, a la población palestina, y todo por el sentimiento de culpa de occidente en el trato histórico con los judíos. Pero no quiero referirme a esto. El Estado de Israel existe, es ya un hecho sin vuelta atrás. Partiendo de ahí, habría que haber desarrollado políticas que hicieran posible a los palestinos y a los musulmanes del entorno asimilar la nueva situación; pero ha ocurrido todo lo contrario: se ha abusado hasta la nausea de la fuerza bruta y las políticas que la han acompañado han sido de una torpeza increíble, con el resultado de una progresiva radicalización del conflicto y de las actitudes de unos y otros.
Yasir Arafat lideró un movimiento, Al Fatah, de carácter laico y socialista que fue mayoritario y hegemónico en Palestina durante muchos años. El Estado judío lo consideró, durante todo ese tiempo, el enemigo a abatir. Con singular ceguera, Israel, y su aliado y protector EE.UU., trabajaron con estúpida astucia para socavar sus posiciones entre los palestinos, favoreciendo el crecimiento y consolidación de sus adversarios políticos: Hamas y Jizbullah, ambos movimientos islamistas, el primero sunnita, heredero de los Hermanos Musulmanes; el segundo chiita, sostenido por Irán y todo el gran movimiento chiita de la región. Arafat, que apenas podía ya soportar la presión de los radicales y fundamentalistas, tuvo que rechazar la oferta de paz que estuvo a punto de cuajar durante el mandato Clinton, para no verse barrido por los radicales de su pueblo. Así que el debilitamiento de Al Fatah sirvió en última instancia, no para forzar a que aceptara cualquier paz, sino para que rechazara la única posible en aquel momento (Camp David). Jizbullah y Hamas se consolidaron en el Líbano y en Gaza respectivamente, Al Fatah ha logrado mantenerse en Cisjordania y mantener precariamente la jefatura de la llamada Autoridad Palestina; pero los dos grupos islamistas tienen ahora la fuerza suficiente para forzar la última y fracasada invasión del Líbano y ahora la de Gaza. En realidad son ellos los que llevan la iniciativa.

El tándem Israel-USA ha logrado, usando del Mossad y de la CIA –reputados como los mejores servicios secretos del mundo–, sustituir a un interlocutor laico, racional, duro, pero dispuesto al dialogo, por dos movimientos pétreos en su fundamentalismo, incapaces de negociar porque Dios sólo tiene una palabra y al parecer ya la pronunció hace unos mil cuatrocientos años. Una y otra vez el mismo error, nada más despuntar un movimiento laico en el mundo árabe todos, incluidos occidentales poderosos, parecen ponerse a trabajar para sustituirlo por algo religioso y fundamentalista: Jomeini en Irán –con qué satisfacción contempló USA la matanza de los izquierdistas que habían colaborado en la revuelta contra el Sha –; el apoyo a los talibanes contra la URSS, que sostenía un régimen comunista en Afganistán; la guerra de Irak que ha derribado uno de los pocos regímenes laicos de la zona –ya no queda más que Siria–; y el caso de Fatah.

…y de aquellos polvos, estos lodos.

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En la fotografía: Isaac Rabín, Bill Clinton y Yasir Arafat en las negociaciones de paz de 1993.

5 ene 2009

El mito del pueblo judío

El comportamiento de Israel en Palestina recuerda el de la Alemania hitleriana, la gran bestia negra del judaísmo, en Centroeuropa. ¿Cómo es posible esta contradicción? Creo que sólo hay una explicación: el ultranacionalismo de ambos estados. Quizá la única diferencia puede ser el hecho de que Israel se encuentra inmerso en un marco de países democráticos, sus únicos posibles aliados; pero la pulsión que le mueve, el victimismo que utiliza, es de corte nacionalista, como en el caso nazi.
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El nacionalismo se alimenta de mitos, como la misma idea de nación alemana o de pueblo judío. El pasado verano difundió el periódico Público una entrevista con Shlomo Sand, profesor de Historia de Europa en la universidad de Tel Aviv y autor de un libro que ha levantado ronchas en el mundo sionista: Cómo y cuándo se inventó el pueblo judío. En realidad, al contrario de lo que algunos han creído, no es un alegato antisemita, sino antinacionalista. A falta del libro, que no veo que haya sido publicado en español, de la charla periodística extraemos algunas ideas novedosas e impactantes. Entre ellas: una puesta en cuestión de la Diáspora, que según el historiador es un invento, probablemente de origen cristiano, –Roma no expulsaba a los pueblos sublevados y sometidos, sino que eran masacrados y vendidos como esclavos–; sostiene que los palestinos actuales son los antiguos judíos, islamizados durante la Edad Media, ya que la investigación histórica a constatado la existencia de judíos en la zona en años posteriores a la guerra. En el S.I, antes de la destrucción del Templo, ya había colonias judías por todo el mediterráneo –Pablo de Tarso difundió el cristianismo entre ellas–, lo que nos indica que la fidelidad a la tierra prometida no era tanta o, en todo caso, quedaba matizada por las necesidades del momento. Al contrario de lo que siempre creímos, el judaísmo tuvo épocas de proselitismo que lo difundió por Asia central, de donde pasaría a Europa oriental (Rusia, Polonia), y el Norte de África, desde donde alcanzaría a la Península, especialmente con el Islam. Así que el origen de los judíos europeos y de otras zonas no procedería tanto de una migración, como de una difusión de las creencias; de hecho existen judíos bereberes, yemeníes o negros etíopes.

La conclusión es que el pueblo judío no se remonta más allá del siglo XIX, como el resto de los nacionalismos europeos. Se forjó entonces con elementos manipulados del pasado y auténticos inventos. Para cerrar el círculo, y como cualquier nacionalismo que se precie ha de contar con una lengua propia, el hebreo, que ya era casi una lengua muerta en el S.I, y se había convertido en instrumento litúrgico –Jesús hablaba arameo–, se ha resucitado artificialmente y hoy es la lengua oficial de Israel. Un milagro no mayor que el cumplimiento del mito de la tierra prometida, origen del conflicto arabo-israelí y causa de que los palestinos convertidos en extranjeros en su propia tierra hayan sido expropiados, expulsados y masacrados por gentes recién llegadas de todas partes del mundo, cegadas por la superchería de un pacto con Dios, el viejo gran mito judío.

La ideología nacionalista del fascismo o del nazismo era de origen laico; el judaísmo tiene origen religioso, pero las consecuencias son las mismas y los paralelismos sorprendentes: la reducción de Gaza a la condición de gueto produce escalofríos porque nos recuerda el de Varsovia, donde miles de judíos fueron eliminados inhumanamente en una operación defensiva de la nación alemana. El propio concepto de gueto nació de la persecución contra los judíos, ironías de la historia.

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Ilustración: Relieve del arco de Tito con el desfile de los porteadores del botín obtenido en la guerra judía.

3 ene 2009

El interregno

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El rey ha muerto, viva el rey. He aquí la fórmula con la que el ordenamiento británico describe la necesidad de que la corona no quede vacante tan siquiera un momento. A todo lo largo de la historia hay infinidad de ejemplos de lo temibles que pueden ser estos periodos, entre la desaparición del soberano y la llegada del nuevo rey. Por eso se prefería entronizar a un niño, si es que el heredero no había alcanzado la edad requerida, antes que dejar el trono vacante. El vacío de poder traía toda suerte de amenazas y males.

En los estados modernos, en los que prevalece el derecho, cuya fuente es el pueblo soberano, no el rey, la ley prevé estos casos, permitiendo una sucesión ordenada. Aún así, siempre se procura que ese periodo sea lo más corto posible, porque el mandatario saliente, ya en funciones, carece de la autoridad necesaria para hacer frente a problemas que no sean de trámite.

Estados Unidos tiene, en cambio, un modo de hacer el relevo muy diferente. El texto constitucional, elaborado en el XVIII, contempla una transición que va de primeros de noviembre a finales de enero, ¡casi tres meses!. Sin duda en las fechas en que se redactó era un procedimiento funcional, en un país de enormes distancias que inauguraba una república, a cuyo mandato podía acceder cualquier ciudadano libre. Era preciso dar tiempo suficiente para que el elegido se deshiciera de sus obligaciones habituales y se instalara en la capital, quizás a miles de kilómetros. Hoy es un absurdo.

Cuando Franco agonizaba, pero ni él ni sus allegados estaban dispuestos a que cediera el omnímodo poder que ostentaba, Hasan II aprovechó para organizar la Marcha Verde sobre el Sahara Occidental a sabiendas de la escasa capacidad de respuesta de España en ese momento. Los interregnos son momentos ideales para este tipo de oportunistas.

El brutal ataque a Gaza ordenado por el gobierno israelí tiene sin duda ese componente. Hay por supuesto otros, como la proximidad de las elecciones en Israel y la necesidad del actual gobierno de no ceder votos en manos de los fundamentalistas; pero el interregno americano ha ofrecido, según todos los indicios, la oportunidad de oro. La ola de protestas desatada en el mundo importa poco en Tel Aviv, están acostumbrados a oponerse a la mayoría de la opinión mundial, a hacer caso omiso de los mandatos de la ONU, etc. Lo único que podría frenarles sería una actitud firme de EE.UU. y, en este momento, tienen garantizada su inacción. Obama tendrá que enfrentarse a unos hechos consumados y a un grave problema nada más comenzar su mandato.

Claro que también hay quién dice que le han hecho un favor con haber lanzado el ataque ahora y no cuando ya estuviera en la Casa Blanca. Los peor pensados hasta especulan con que el nuevo mandatario podría haber aceptado implícitamente esta solución como la mejor porque lo deja libre de sospechas de colaboración y podría dar comienzo a su mandato con la gestión de la paz o, al menos, de cese de hostilidades. De hecho lo que más se ha oído estos días, sobre el ruido bestial de la guerra, es el estruendoso silencio de Obama.

Seamos mal o bien pensados, lo objetivo es que los interregnos son peligrosos, como siempre se supo. Si no existiera el americano, o hubiera sido más corto, es posible que todavía vivieran los cuatrocientos palestinos masacrados. Quizás eso no importe a nadie.

2 ene 2009

Ateología

El concepto de «Dios» fue inventado como antítesis de la vida: concentra en sí, en espantosa unidad, todo lo nocivo, venenoso y difamador, todo el odio contra la vida. El concepto de «más allá», de «mundo verdadero», fue inventado con el fin de desvalorizar el único mundo que existe, para no dejar a nuestra vida terrenal ninguna meta, ninguna razón, ningún quehacer. El concepto de «alma», de «espíritu», y, en fin, incluso el de «alma inmortal», fue inventado para despreciar el cuerpo, enfermarlo –volverlo «santo»–, para contraponer una espantosa despreocupación a todo lo que merece seriedad en la vida, a las cuestiones de la alimentación, vivienda, régimen intelectual, asistencia a los enfermos, limpieza, clima. En lugar de la salud, la «salvación del alma», es decir, una folie circulaire [locura circular] que abarca desde las convulsiones de penitencia hasta las histerias de redención. El concepto de «pecado» fue inventado al mismo tiempo que su correspondiente instrumento de tortura, el concepto de «libre albedrío», para obnubilar los instintos, con el propósito de convertir en una segunda naturaleza la desconfianza hacia ellos.
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Estas duras, agudas y valientes palabras de Nietzsche en Ecce homo las coloca Michel Onfray como frontispicio en su obra Tratado de ateología (Anagrama, Barcelona, 2007). Onfray es un filósofo francés que ha logrado convertir su ensayo en un best-seller mundial nada más publicarse. A España ha llegado en el 2006, no es, por tanto, una novedad, pero tiene, según creo, tanto valor que merece la pena dedicarle unas líneas y contribuir modestísimamente a su difusión.

Como es manifiesto la repetidamente proclamada muerte de Dios ha resultado ser una falsa alarma, progresan los tres monoteísmos, especialmente en sus versiones fundamentalistas; recuperan espacios que parecían perdidos para siempre y amenazan con convertir esta primera mitad del siglo XXI en un renacer de la superstición y la superchería religiosa. Frente a ello Onfray rearma el ateísmo, lo transforma en actitud positiva, lo tiñe de materialismo hedonista y ataca con firmeza y rigor a los tres religiones, desmontando sus fundamentos dogmáticos y éticos, con el arma, temible para los credos religiosos, de la razón desnuda, que el filósofo francés maneja con una maestría extraordinaria. El texto de Nietzsche, que he reproducido, no es una cita casual, sino que cumple, mas bien, la función de sumario, que Onfray desarrolla a lo largo de buena parte de su libro e incluye su conclusión básica: las religiones nacen de una pulsión de muerte. Junto a la argumentación se aporta una rica información con encomiable amenidad, a pesar de lo duro del tema; concluye con una bibliografía, ordenada tematicamente, muy completa e interesante.

Desde su publicación en Francia el libro desató una fuerte polémica, pero básicamente sus detractores se han centrado en intentar desmontar algunas de las anécdotas históricas que cuenta, lo que, a todas luces, es superficial y poco consistente, ya que en el texto no se aportan como prueba, sino como ilustración de lo expuesto; aún así, la falta de precisión en algún caso puede contaminar todo el texto y manchar de sospecha un argumentario tan bien trabado.

Han sido traducidas al castellano algunas de las obras fundamentales de Michel Onfray, entre ellas La fuerza de existir. Manifiesto hedonista y se han publicado ya los dos primeros tomos de la Contrahistoria de la filosofía: Las sabidurías de la Antigüedad y El Cristianismo hedonista.