A la izquierda una imagen del bebé orangután Naru sometido a una sesión de cosquillas por la doctora Marina Dávila Ross, que lleva diez años haciendo cosquillas a los monos (gorilas, orangutanes, bonobos y chimpancés) en un intento de verificar la hipótesis de que la risa no es exclusiva de nuestra especie. Los resultados han sido publicados recientemente en una revista especializada. Hemos sabido que nuestros parientes efectivamente se ríen y que también debieron hacerlo algunos antepasados comunes; es muy posible que las primeras carcajadas, o algo que se le parecía, se oyeron por primera vez hace unos diez millones de años, no está nada mal. Pero algunas diferencias son importantes: en los animales (me refiero a los monos) estudiados la risa es una respuesta automática a determinados estímulos, pero no la controlan; les resulta imposible producirla a voluntad o fingirla, como ocurre entre los humanos que, por eso, la hemos convertido en un instrumento social de enorme valor. Tanto que se ha hecho vulnerable a los avatares ideológicos, y por consiguiente también tiene historia.
Umberto Eco creó un escenario en El Nombre de la Rosa, donde el intento de ocultar unos manuscritos del II libro de la Poética de Aristóteles, que se daban por desaparecidos y en los que se trataba a la risa como instrumento liberador, genera toda la cadena de misteriosos crímenes que resuelve el franciscano Guillermo. El oscurantismo monacal del Medievo veía en la risa un instrumento demoniaco. En efecto, en el cristianismo no hay lugar para la risa: el núcleo fundamental del misterio cristiano es el sacrificio brutal de un inocente para expiar las culpas de la humanidad, pecadora en su totalidad; todo se articula en torno a una tragedia inhumana. En consecuencia los personajes celestiales, los santos, no ríen; quizá algunas vírgenes en el gótico y en el barroco esbocen una leve sonrisa. Es todo. El único que ríe, a carcajadas, es Satanás. Eco, que no da puntada sin hilo, hace que sea un franciscano el que resuelve el misterio, porque, precisamente el movimiento franciscano introdujo, con escándalo en su época, el concepto de alegría y disfrute de la vida en el mensaje de la Iglesia, que aún no ha sabido integrarlo adecuadamente.
Tengo entendido que en algunos cultos orientales se incluye la risa en los rituales sagrados, al parecer con la misma finalidad que la meditación trascendental, meros ejercicios de relajación y control espiritual. Curiosamente esta concepción instrumental y casi terapéutica de la risa enlaza con la modernidad, en la que la dictadura de la medicina ha capturado también a la risa, incluyéndola en los tratamientos psicológicos que buscan la salud y el equilibrio mentales o que coadyuvan en otros procesos.
En cualquier caso investigar sobre la risa es cosa seria y me congratulo por ello.
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