Hasta ahora he logrado escapar de la Gripe A. Cada día al levantarme me examino con detenimiento por si encontrara síntomas sospechosos, pero nada, como una rosa. En cambio estoy casi convencido de que padezco el Síndrome de Estocolmo. Me lo hace sospechar lo bien que empiezan a caerme los piratas somalíes. Con aquello de “todos somos del Alakrana” me he metido en la cuestión de tal manera que no sólo me veo secuestrado sino que percibo ya las primeras manifestaciones del complejo.
Debo confesar que Sandokan en el Índico por las aguas del Imperio Británico y el Corsario Negro en el Caribe por las del Imperio Español llenaron de sueños mi adolescencia. Cierto que ya no estoy en edad y que estos somalíes no parecen tener el glamur del Tigre de Monmpracem o del padre de la Señorita de Ventimiglia, pero las aventuras compartidas con ellos dejan huella; puede que aquellos desvaríos me estén pasando factura en estos momentos.
Lo inquietante es que, como entoces, que no acababa de aclararme sobre quienes eran los malos, si el Corsario o los españoles, ahora tampoco sé a quién escoger, si a los pescadores que esquilman las costas de Somalia, arramblando con los últimos atunes (que no tienen nacionalidad, como es costumbre en los peces, pero que nadan por las proximidades de aquellas tierras), o a los somalíes, que, puesto que les vendemos armas en lugar de redes, las rentabilizan cobrandose los atunes por este romántico procedimiento.
Todo esto es un lío de padre y muy señor mío, y no sólo de conciencia. Basta con comprobar que están en él los jueces, la Armada, el Gobierno, los pescadores y sus familias, la oposición, los piratas… (echo en falta a los obispos) y cada uno tirando para un lado. Curiosamente quien parece que va a salir de rositas, de quien nadie habla, como si no fuera con él el asunto, es el armador, la empresa que se embolsaría los beneficios de la expedición, quien, me parece a mí (¿será el dichoso síndrome?) tiene la responsabilidad por pescar allí, por no tomar medidas preventivas, por hacerlo en una zona situada fuera de la protección de los barcos de la Armada. ¿Quién es? ¿Dónde está? ¿Qué hace?
Qué quereis que os diga, quiero que vuelvan los pescadores, nada deseo tanto, pero a mí los piratas cada día me caen mejor y, sin vacuna, pastillas ni nada, me parece que esto va a ir a más.
Cada uno tiene su versión del problema y Josetxu Rodríguez lo ha bordado en su blog Caduca hoy; yo le he tomado prestada su genial visión gráfica para ilustrar este post.
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