4 abr 2010

Corrupción

En cierta ocasión me crucé en una calle de Málaga con Jesús Gil (que seguramente descansa en paz, pero que a nosotros es seguro que nos dejó disfrutando de un merecidísimo sosiego); le acosaban varias señoras con cabellos rubio ceniza y complementos Burberrys, entre las que repartía insignias del Atlético, lo tocaban, lo palpaban, como si se tratara de un santo milagrero y de esa acción esperaran obtener indulgencia plenaria. Eran sus momentos de gloria en la alcaldía de Marbella; después vendría un calvario de cárceles y tribunales, ninguna gran cosa para lo que había hecho y enseñado a hacer, porque creó escuela: alguno de sus pupilos todavía nos altera la digestión de vez en cuando desde los platós televisivos y otros se enfrentan a un macrojuicio que esperemos no se hunda en el caos. Sin embargo, los fieles siguieron votando a su engendro político, el GIL, y se puede decir que, como el Cid, ganó sus últimas batallas después de muerto. Ninguno de ellos (sus seguidores) se escandalizó porque actuara en abierta y desafiante ilegalidad o se enfangara en la corrupción: era su héroe, estatus que alcanzó transitando no se sabe bien qué oscuros pasajes mentales de sus incondicionales.

Hoy al PP le nace un corrupto por día, o más, sin que parezcan arruinarse sus expectativas electorales: un presidente valenciano al que un amiguito del alma le regalaba trajes de miles de euros mientras otro, juez él, le evitaba el disgusto de una condena; un presidente balear y ex ministro que colocó al magistrado que lo interrogó a las puertas del vómito, según se deduce de su auto, por su desprecio de los ciudadanos a los que parece que sólo veía como sujetos de cualquier burdo timo, que él se sentía casi en la obligación de perpetrar; un secretario de finanzas que se las pintaba de maravilla para sacar de extranjis en toda ocasión un óbolo para el partido y otro para su bolsillo; en fin, tal variedad y cantidad de casos que su enumeración completa resultaría sumamente tediosa. Sólo en los últimos años de la presidencia González hubo una proliferación comparable; pero, la diferencia es notoria y constituye la base de la tesis que expongo a continuación:

Los corruptos son penalizados políticamente cuando pertenecen a partidos de izquierdas. Son exonerados total o parcialmente de sus delitos si pertenecen a partidos de derechas; en tal caso, si escapan a la justicia, cosa bastante probable debido a la ilegalidad de las pruebas aportadas, la prevaricación de los jueces instructores y otros imponderables, pueden ser elegidos nuevamente con fe renovada por sus correligionarios e incluso conseguir un plus de nuevos seguidores admirados de su habilidad y asqueados de la bobería de sus oponentes.

Toda tesis requiere su comprobación. Nada más fácil en este caso: las hemerotecas son una fuente exuberante de pruebas, así que basta con saber leer o disponer de tiempo para ver y escuchar los medios audiovisuales. Otra cosa es explicar por qué se produce un trato tan desigual, que, a un marciano, por ejemplo, podría parecerle injusto, pero no a un ciudadano de este país, ya de vuelta de tantas cosas, faltaría más. El desarrollo argumental en el silencioso trajín de sus neuronas puede ser éste:

Ante el corrupto de izquierdas: ¿Qué se habrá creído éste desgraciado? Como si no supiera yo que era colega de mi cuñado. Un muerto de hambre que quiere hacerse rico a nuestra costa. ¡Diputado! ¡A trabajar, cabrón! Pero cuando salgas de la cárcel.

Ante el corrupto de derechas: El tío es que tiene clase. Qué necesidad va a tener de robar a nadie si está forrado. Pura envidia. Un tío hábil es lo que es, y claro, la gente le está agradecida. Además, Quién no haría lo mismo en su lugar. Yo desde luego que sí.

Ya dejó dicho nuestro inmortal Quevedo que poderoso caballero es don Dinero; así que quien lo posee o aparenta poseerlo tiene nobleza ganada y venia para adquirir más; pero, a quien no lo tiene más le vale no dejarse ver y no alargar la mano porque puede perderla. El voto es el sahumerio para el poderoso y el hacha para el igual.

A pesar de todo soy un demócrata convencido, palabra; lo que pasa es que no sé muy bien por qué.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísimo... no cabe decir mucho más. Una entrada necesaria.