24 may 2010

Brújula para occidentales. ¿Raíces afroasiáticas en nuestra civilización?

La manía (y la necesidad) de clasificar, definir, encasillar, que llega al frenesí en el natural didactismo de la escuela, nos condiciona la visión de la realidad. Con frecuencia las palabras, las herramientas conceptuales que usamos para captar y entender el entorno, crean nuevas realidades, de modo que se hace cierta la idea de que el estudio de un hecho, lo modifica. Por eso, podemos sugerir que el pasado histórico no existe, sino más bien distintas visiones del mismo.

Los que nos autodenominamos occidentales creemos en la singularidad de nuestra civilización y en que no debe nada sustancial a aquellas que clasificamos como orientales, africanas, etc. (eludamos el hecho de que la mayoría de los países europeos son, geográficamente hablando, mas orientales que el Magreb, que, por cierto, significa el Occidente). Es más, salvo en algún caso, como el de Irán, suponemos que las culturas orientales y africanas se sustentan sobre una base étnica semita o camita, mientras que la occidental es de origen ario: tres conceptos que se crearon para clasificar lenguas (uno de ellos, camita, sin otro fundamento que agrupar a las que no encajaban en los otros dos)1; sin embargo, pasaron en seguida a designar supuestas razas, lo que no es más que una estúpida falsificación, que ha tenido un éxito monumental e injustificado.

Los griegos clásicos, libres de estos prejuicios pseudocientíficos, estaban convencidos de que una buena parte de los elementos claves de su cultura habían nacido en lo que hoy llamamos oriente o en el N. de África: Herodoto escribió que el panteón griego procedía en su casi totalidad del egipcio: desde Zeus/Amón a Atenea/Neit, pasando por Apolo/Horus. El propio alfabeto griego es una adaptación del fenicio, con la aportación de los signos vocálicos; el 40% de su léxico procede del egipcio, cananeo, fenicio, etc., sumando tantos vocablos como los de raíz indoeuropea. La ciencia griega es igualmente deudora de la egipcia: conocemos de antiguo la estancia de Pitágoras en Egipto y, hoy, que su famoso teorema era conocido en Egipto porque aparece en uno de los problemas del Papiro Ahmes (Papiro Rhind); el papel central que Platón daba a la geometría en el conocimiento racional (Nadie entre que no sepa geometría, se dice que rezaba en el frontispicio de la Academia) es de origen egipcio y muchos de los logros que se atribuyen a Arquímedes, Eudoxo, etc., y que culminaron en la escuela de geometría de Euclides en Alejandría (Egipto) tienen igual presencia en el Rhind y otros papiros muchos años antes, según parece; de la medicina y de la astronomía se puede decir otro tanto.2

De los griegos se puede inferir que recopilaron este saber con el que protagonizaron un auténtico renacimiento y liberaron a la filosofía y a la ciencia (indisociables en la época) del hermetismo y el carácter esotérico que tuvo en Egipto; pero, si bien no siempre señalaron en los casos particulares la paternidad de sus logros, si que reconocieron en general el magisterio foráneo, especialmente egipcio. La observación de un mapa histórico del Mediterráneo oriental nos muestra una imbricación de las poblaciones griegas y las semíticas y egipcias; lo absurdo hubiera sido un desarrollo a espaldas unas de otras: las ciudades griegas de Asia Menor fueron las protagonistas de la eclosión del pensamiento científico (VII y VI a.C.) y Alejandría en Egipto vivió el último esplendor helenístico antes de que agonizara la antigüedad (IV y V d.C.).

La historia de Grecia nos la han explicado a golpe de invasión, cómo no: invasión de los aqueos, invasión de los dorios… siempre viniendo del Norte, nada que ver con el mundo mediterráneo. Cuando se profundiza mínimamente, nos sorprende la debilidad de los argumentos que sostienen esta hipótesis, pero salva algo fundamental, a saber: que el origen de la civilización griega, germen a su vez de la civilización occidental, nada tiene que ver con África y Oriente, que, en todo caso, fueron más o menos helenizados en algún momento. Faltaría más.
En 1987 el historiador británico Martín Bernal publicó Atenea negra. Las raíces afroasiáticas de la civilización3, levantando una monumental polémica. Sostiene que la explicación (“modelo antiguo”) que vinculaba a Grecia con África comenzó a romperse a partir del interés que Lutero puso en el griego por la nueva traducción de la Biblia; en el XVIII los alemanes se miraban ya en Grecia como en un espejo (sin unidad política pero con excelencia cultural) y W. Humboldt, fundador de la universidad de Berlín (1793), al trazar las grandes líneas del sistema educativo, colocó en su centro el estudio de la antigüedad griega; en el XIX la guerra de Grecia con Turquía por la independencia fue un revulsivo en las conciencias europeas, identificadas con los helenos frente al Islam, sentimiento reforzado por el movimiento romántico (Byron, Shelley); en seguida, este sentir se reforzaría con la eclosión racista que, por la lengua indoeuropea, vincularía a los griegos con la raza aria, como los germanos. El círculo estaba cerrado, los griegos trascenderían su condición mediterránea para constituirse en padres del mundo occidental. La historiografía acuñó desde entonces un prototipo cultural exento de contaminación semita o camita, ario puro; unos fantasmales helenos de rizos dorados y ojos claros, tal y como vivían en las mentes germánicas: la Grecia que se nos ha inculcado a todos los europeos en la escuela. El libro de Martín Bernal rompe con esta mistificación historiográfica y por eso es excelente.

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1 Racismo y pensamiento moderno: el ejemplo de la invención de los camitas. J. M. CABEZAS. Univ. Barcelona.
2 Síntesis sistemática de la filosofía africana. NKOGO ONDÓ. Barcelona, 2005.
3 La edición en castellano de Ed. Crítica está agotada.

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1 comentario:

eclesiastes dijo...

La Unesco publico una colección de ensayos seria y divulgativa sobre historia de Africa; los volumenes de Africa Antigua son muy muy.
Y "Antiguo Egipto. La nación Negra", de Ferran Iniesta.

Tema.
Salut.