Las democracias realmente
existentes pueden presentarse con multitud de formas y colores: monarquías
constitucionales, como las que pertenecen a la UE; sistemas parlamentarios, en
los que el legislativo es hegemónico; regímenes presidencialistas con fuerte
separación de poderes, caso de EE.UU… En todas ellas la organización
territorial (del centralismo francés a la confederación helvética, pasando por
toda suerte de federalismos) y los métodos electorales (mayoritarios,
proporcionales, mixtos…) son igualmente variopintos. La presencia de los
partidos es universal pero en unas son meras plataformas electorales mientras
que en otras están fuertemente disciplinados y su poder desborda las
instituciones políticas inundando secciones de la maquinaria social.
Es una constante que en tiempos
de bonanza los pueblos que las viven alardeen de sus ventajas pero se lamenten
de graves disfunciones cuando las cosas vienen mal dadas (la crisis económica
cuando se profundiza y prolonga se convierte en crisis política). A la vista de
la coyuntura y del polimorfismo comentado arriba, en lo que todos podemos estar
de acuerdo es en que los derechos humanos y las libertades individuales constituyen
el núcleo duro de toda democracia.
Quizás pudiéramos completar el
asunto con unas pinceladas históricas,
como el análisis etimológico de la palabra: democracia,
del griego demos, pueblo y cratos, poder; o sea, gobierno del
pueblo. Claro que traducir “demos” por “pueblo” no deja de ser un atrevimiento.
“Pueblo” es hoy el conjunto de los ciudadanos, es decir la totalidad de la
población de un país. En cambio, los antiguos atenienses entendían por “demos” la
población una vez restadas las mujeres, los menores, los esclavos y los de
origen extranjero (metecos) que podían llevar residiendo en Atenas desde varias
generaciones atrás. Un escaso 10%. Los miembros de ninguno de esos grupos
gozaban por sí solos de derechos de ciudadanía. La famosa isegoría, igualdad política de todos los atenienses, se refería esa
minúscula fracción.
Respecto a los derechos humanos
lo único que puede decirse es que los griegos los desconocían. Nunca se habló
en la Tierra de derechos humanos hasta las revoluciones burguesas de finales
del XVIII.
La radicalización del concepto
de isegoría les llevó a preferir el
sorteo como sistema de selección para ejercer responsabilidades ciudadanas,
sobre cualquier otro. Al tiempo, una similar radicalización del concepto de
poder popular condujo a situar la asamblea (en la que podían participar todos
los componentes del demos) por encima
del derecho, estableciendo una auténtica dictadura de la asamblea.
En resumen: el sistema político
ateniense, sin derechos humanos, con las libertades restringidas a unos pocos,
la exclusión de las mujeres, la esclavización de los trabajadores, la selección
por sorteo y la dictadura asamblearia, no pasaría hoy el examen más tolerante
de homologación democrática; y, sin embargo, los rechazaríamos usando la
palabra democracia, la misma que
ellos crearon precisamente para designar su régimen. Curiosa paradoja que nos
alerta del peligro de convertir a la historia en mito.
Mal que nos pese la democracia
realmente existente hoy es hija del capitalismo, como la griega lo fue del
sistema esclavista y, entre ambas, no hay relación alguna, de hecho están
separadas por milenios en los que el concepto democracia parecía detestable. Pero
no nos engañemos, el capitalismo no genera necesariamente una democracia. Es
más, la democracia es resultado de sus contradicciones internas; por eso en las
crisis se generan fuerzas poderosas y variadas para desembarazarse de ella, de
la misma manera que el organismo combate las infecciones. No sería extraño que
ideas y movimientos que luchan por establecer una democracia ideal (ellos dicen
real) estén en la práctica, simplemente, desmontando la democracia real y
liberando inconscientemente al sistema (capitalismo) de la contradicción
potencialmente más peligrosa para su supervivencia. La confusión entre los términos “real” e
“ideal” es de libro.
Como soy viejo me habré hecho
conservador. Me inquieta que con los trastos viejos salgan por la ventana, bien
derechos y libertades que algunos atolondrados no hayan sabido discriminar del
conjunto de deshechos que merecen ir al vertedero, bien los artilugios sociales
que siglos de experiencia han ido creando para hacerlos efectivos, o que la
limpia nos deje inhabitable la vivienda por mucho tiempo, y yo lo tengo contado.
1 comentario:
Excelente referencia al sistema democrático ateniense...
Un cordial saludo
Mark de Zabaleta
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