16 abr 2014

Apaga y vámonos

Ochenta y tres años atrás se proclamó la II República consecuencia del agotamiento de la monarquía, por causa del mal uso que de ella hizo su titular y del malestar social. Cinco años de exaltación política y duros conflictos, que incluyen la revolución del treinta y cuatro, más tres de agonía bélica en una guerra nunca declarada oficialmente (Art. 6.- España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional. Const. 1931). Cincuenta y nueve años antes había tenido lugar la primera experiencia republicana tras la abdicación de Amadeo I que dejó sin otra salida al parlamento, en donde los republicanos eran minoría. En aquella ocasión el bisoño régimen republicano, que se debatió entre la inestabilidad política, la insurrección carlista, la revuelta cantonalista (apoteosis del federalismo doctrinario y anarquizante) y la guerra en Cuba sólo sobrevivió 22 meses. Martínez Campos la liquidó manu militari cuando se ensayaba un centralismo autoritario inspirado en la francesa III República de Mac-Mahon.


A eso queda reducida nuestra experiencia republicana. Meros escarceos que dejaron más huella en la memoria (nostalgia) que en la historia real. El dramático transcurrir de sus tiempos respectivos y el fin traumático de ambas ha contribuido a su mitificación entre los que deploran, por coherencia democrática, racionalidad política o militancia, una monarquía que no entiende la laicidad y le cuesta adoptar modos compatibles con la modernidad, quizás porque son de suyo incompatibles.

La monarquía hoy es un régimen residual en el mundo, pero en sus diversas manifestaciones se pueden encontrar todas las variantes políticas posibles, desde el parlamentarismo democrático de Occidente y Japón a las absolutas y/o teocráticas que predominan en el mundo islámico. La misma variedad que encontramos entre regímenes republicanos. Es más, la frontera entre unos y otros dista mucho de ser nítida (Corea del Norte es oficialmente una república popular pero en la práctica una monarquía absoluta y hereditaria). Ni siquiera la condición de hereditaria es norma general (Vaticano)

En Europa (más Japón) son parlamentarias y democráticas, pero se conservan más por rutina política, conservadurismo ultra o simple culto al casticismo  que por una supuesta utilidad o garantía de estabilidad. De hecho algunas de ellas deberían ser, más bien, motivo de bochorno para sus pueblos si no fuera por un alarde de autoestima y soberbia que no pocos confunden con el patriotismo (la británica conserva aún girones de teocracia y de su antigua condición imperial  y se rodea sin pudor de un boato circense; nada que envidiar a la vaticana).

Soy de los que opinan que es saludable poner algo en riesgo en aras de la racionalidad política y la lógica de los tiempos. Nada más pedagógico y ejemplar. Sin embargo soy escéptico. Una reciente encuesta, realizada en Andalucía al filo del 14 de abril (Imagino que, con ciertas variantes, extrapolable al resto del país) da mayoría (por décimas) entre jóvenes de 18 y 29 años para la opción monárquica.  Ni que decir tiene que la mayoría aumenta con la edad hasta que en edades provectas las décimas se convierten en muchos puntos. Si, con la que está cayendo, la mayoría, incluida la juventud, se pronuncia por la monarquía es que estamos ante el mayor fracaso de la democracia que nos otorgamos en el 78. Si allí se aceptaba la monarquía surgida del franquismo y fundamentada en el pasado histórico, cabía esperar, esperábamos de hecho, que el ejercicio democrático enmendara a la larga el entuerto. Por razones misteriosas en las que algún día habría que hurgar y estudiar, fue al revés.

En ésta nuestra sociedad la gente, o sea, el pueblo soberano, admite sin torcer el gesto el divorcio entre racionalidad y organización del Estado, entre laicidad y democracia, entre ética y administración…  

¡Apaga y vámonos!

3 comentarios:

Lorenzo Garrido dijo...

Siempre podemos suponer que si la juventud sigue apoyando la monarquía es porque mira demasiado la televisión. Cuatro horas diarias de media son sin duda demasiadas.

jaramos.g dijo...

Me da la impresión de que mucha gente se rige por aquello de que "más vale malo conocido que bueno por conocer". En muchos aspectos, no sólo en este que tocas. Salud(os).

Arcadio R.C. dijo...

LORENZO. Me temo que esa escusa no me sirve de consuelo.

JARAMOS. Seguramente, pero tampoco parece un consuelo eficaz.

Gracias y saludos a ambos.