Cameron, siguiendo la tradición de los premiers británicos en los últimos trescientos años, no ha devuelto
Gibraltar, pero puede haber regalado a Rajoy quinientos mil votos. El Brexit ha
hundido la bolsa, ha relanzado la prima de riesgo, pero también puede haber
hecho temblar la mano de votantes de Ciudadanos y de Podemos y conducirlas a
opciones más tradicionales, cargándose de paso la credibilidad de los
fabricadores de encuestas, la poca que conservaban. Si fuera cierto el regalo
tampoco habría que agradecérselo porque no parece producto de su generosidad
sino más bien de su estulticia. Entre paréntesis: para entender el
comportamiento del primer ministro es muy recomendable releer Las leyes fundamentales de la estupidez
humana, que Carlo M. Cipolla incluyó
en aquel delicioso Allegro ma non tropo.
Es muy posible que el sábado de reflexión que los ingleses
aprovechaban para empezar a darse cuenta de lo que habían hecho, aquí muchos
votantes en capilla aprovecharan para buscar una candidatura que no les metiera
en aventuras No podía ser otra: ¡Rajoy! Es muy posible que sea un político
incapaz de sacarnos de casi ninguna parte, pero meternos en correrías… ¡eso sí
que no! Para este dilema era la candidatura refugio ideal.
Seguramente habrá otras explicaciones pero a mí esta me
gusta más. De paso, salva la cara a los sociólogos vendedores de encuestas y a
los partidos, medios e instituciones que las compran. Un tinglado que tampoco
conviene desmontar sin tener otra cosa que ofrecer a las criaturas que tiene
allí el curro.
En todo caso me produce aburrimiento este ejercicio de
buscar explicaciones al resultado de los comicios. Prefiero tratarlos como un
fenómeno de la naturaleza y otear el
paisaje que nos queda después del suceso. Max Ernst pintó una Europa después de la lluvia que produce
sensaciónes de catástrofe y desolación. Pueden ser los sentimientos de algunos
que han visto frustradas sus esperanzas y lo han vivido hasta el llanto, no son los míos. Me he pasado años votando a IU por dos razones, o lo que sean: por nostalgia
y porque no acababa de ver el Congreso sin un Pepito Grillo que recordara al
PSOE en sus mejores y peores momentos que era mortal y que la izquierda seguía
existiendo. No los voté en esta ocasión porque corría el peligro de verlos en
el gobierno y, ademas, en compañia de la nueva pandilla. No me sentía con ánimo de afrontar la responsabilidad que me
correspondiera por tal acción. Los prefiero con 71 diputados enseñando los
dientes a cada rato y manteniendo la tensión entre los padres conscriptos. Quizás
los vote la próxima vez si para entonces hubiera pasado el peligro.
1 comentario:
Excelente razonamiento...
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