Como todo el mundo
sabe el tiempo para los viejos corre de manera inclemente. Ayer mismo fui a una
consulta médica en busca de alivio para la vagancia creciente de mis
articulaciones y me encontré con que el médico, cincuentón de largo, había sido
alumno mío en su adolescencia; salí con las rodillas en las mismas condiciones
pero con un principio de depresión. Ítem más, no hemos tenido tiempo de cerrar
la boca en la discusión sobre la necesidad de cambiar la ley electoral, cuando
ya nadie recuerda que alguna vez se hablara de tal cosa. El argumento menor era
que la habían hecho las Cortes franquistas de lo que se deducían toda clase de
trampas alevosas; luego, mil y una invectivas contra la ley Dhont, las
circunscripciones, las listas cerradas ¡qué se yo! Lo cierto es que todo el
mundo, o casi, estaba en que era la responsable del blindaje del bipartidismo
que, según parecía, era objeto de abominación universal. El caso es que las
últimas elecciones han demostrado que sí se puede, con perdón, que bastaba con
que la gente dejara de votar a los dos de siempre. ¡Tiene bemoles el asunto! ¡Si
lo hubiéramos imaginado!
Pues a lo que íbamos, el tiempo corre tanto que estoy seguro
de que antes de que cerremos la boca recuperados de la sorpresa con que nos dejó
este asunto empezaremos a descubrir que todos los males que tiene la
Constitución por vieja, mal redactada, mala intención de los ponentes,
cambalaches de los partidos, ignorancia culpable de los que la aprobamos, etc.,
etc. desaparecen como por ensalmo si los que gobiernen tienen intenciones y
proyectos distintos de los que han gobernado hasta ahora, que ya es tener…, quiero
decir que ya es tener fe en que eso vaya a ocurrir. Como el pluripartidismo recién
estrenado hará difícil la reforma veremos entonces cómo el rocoso texto estira
y encoje como el chicle a tenor de los nuevos intereses. Y nos volveremos a
quedar pasmados ¡Sí se podía!
Es más, como hemos demostrado que sí se puede ‒ya no pido
perdón porque aunque la frase la haya expropiado Podemos nos pertenece a todos,
incluidos empresarios terroristas‒ daremos un paso más porque Iglesias quiere y
está a punto de demostrar que se puede volver al bipartidismo pero sustituyendo
él al PSOE. Cerraríamos así el círculo vicioso o virtuoso, según perspectivas,
y podríamos volver a empezar cuando al nene de la Bescansa le salga bigote y la
‘niña de Rajoy’ sea abuela, que está al caer. Es ley de vida, que diría la mía (mi abuela), aunque nadie la escuchara, enfrascados como estábamos en alucinantes
descubrimientos.
1 comentario:
Muy buen artículo...
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