Pero ni la historia, ni la
arqueología modernas han podido encontrar el más mínimo rastro de la deambulación
de todo un pueblo durante más de cuarenta años por una zona relativamente
pequeña como el Sinaí, en donde sí que hay rastros de la presencia militar y
administrativa egipcia de la misma época. Tampoco nadie pudo demostrar jamás la
presencia de Santiago en Hispania ni si en la tumba compostelana está él, quizás
el obispo herético Prisciliano
o cualquier otro; lo cierto es que el relato venía como anillo al dedo a los
intereses de la monarquía de Oviedo en el momento en que se construye la leyenda.
De la misma forma el cuento bíblico de los patriarcas, el éxodo, la conquista
de Canaán y la construcción de la monarquía judía convenía a los proyectos
nacionalistas del reino de Judá, (el de Israel había desaparecido en manos
asirias), en el tiempo, del -VII al -VI, en que debió escribirse la mayor parte
del relato, según estudios recientes[1].
El pueblo judío conoció otro
episodio de expatriación en el -586 con la conquista del reino de Judá por
Nabucodonosor, conocido como la cautividad de Babilonia, aunque hoy sabemos que
sólo afectó a la élite intelectual, a la vez económica y religiosa, de
Jerusalén. Táctica muy común en todos los tiempos para descabezar una
comunidad.
Pero el suceso que provocó la idea
de que los judíos eran un pueblo errante porque su tierra les había sido
arrebatada fue el desenlace triunfal para Roma de la guerra del
año 70. Fueron fuentes cristianas tardías las que hicieron correr la especie
de que a su finalización los judíos habían sido dispersados por el mundo. El
asunto convenía a la iglesia porque suponía un merecido castigo por haber
matado a Cristo; pero también convino a los judíos porque el nuevo mito
encajaba con los antiguos de su formación nacional (Egipto y Babilonia). El
chisme triunfó además porque había judíos por todas partes y como se suponía
que no habían sido proselitistas tendrían que serlo de raza. Todo esto ha sido
desmontado por un historiador contemporáneo y desprejuiciado, aparte de judío,
Slomo Sand[2].
Hoy parece descartado que hubiera
dispersión porque no era costumbre romana para con los vencidos, porque no hay
testimonio alguno de tal suceso y porque dos generaciones después estallaron
nuevas revueltas (la de Kitos en el 115 y, la más dura de todas, la de Bar Kojba en
132), imposibles de haberse producido la diáspora.
Respecto a la presencia de judíos
fuera de Palestina, ya había comunidades judías antes del año 70 por todo el
Oriente Medio y Grecia, como demuestra el periplo proselitista de Pablo,
constituidas básicamente por gentiles.
También en Egipto donde se tradujo la Biblia al griego (Septuaginta)
y prosperó el magisterio de Filón de
Alejandría, judío grecoparlante que desconocía el hebreo. Recientemente hemos
sabido que en Yemen hubo una monarquía (Hymiarita) que adoptó el judaísmo, igual
que el imperio jázaro
que prosperó y perduró entre el mar Negro y el Caspio de los siglos VII al X,
origen según parece de la expansión del judaísmo por el oriente y centro de
Europa (judíos askenazis). Como el cristianismo, el judaísmo se difundió por
una innegable actividad proselitista aprovechando las estructuras del Imperio Romano,
pero también fuera de sus fronteras, durante unos siglos en que no estaban
claras las diferencias entre ambas creencias y otras varias del mismo tronco (gnósticos,
maniqueos…) que acabarían desapareciendo.
Concluyendo: la idea de un pueblo judío
disperso por el mundo sólo se sostiene hoy por ignorancia y por el fanatismo
sionista que el Estado de Israel explota en su beneficio a costa del pueblo
palestino que, con toda probabilidad, son los antiguos judíos islamizados hace
siglos, sometidos ahora a judíos de religión (askenazis, sefardíes, etc.), que
no de origen étnico, que los están expatriando, ahora sí, en su propio país.
Ironías del destino.
[1]
Finkelstein y Silberman: La biblia
desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y sus textos
sagrados. Ed. Siglo XXI. 2003.
[2] Slomo
Sand: La invención del pueblo judío.
Akal, 2011
(Publicado en Cualquier tiempo pasado 22/09/16)
(Publicado en Cualquier tiempo pasado 22/09/16)
2 comentarios:
Un artículo interesante...
Efectivamente, esto confirma con nuevos datos, y mucho más ampliados, lo que yo había leído de ese biólogo metido a historiador que es Jared Diamond: que nadie ha podido confirmar la hégira de Egipto - y por tanto el cuento de La Tierra Prometida- porque nunca se produjo. Y que los que hoy viven en el territorio son los mismos de siempre, hermanos de sangre de toda la vida, solo que unos moros y otros judíos por los avatares históricos, y por eso se matan.
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