El hombre no se concibe solo porque la naturaleza en su tarea creadora durante millones de años lo ha configurado como un ser social. Por eso cuando los humanos imaginamos a los dioses tampoco los pensamos como seres solitarios. Las religiones son siempre politeístas, incluso aquellas que hacen gala de monoteísmo: judaísmo, cristianismo e islamismo. Por supuesto que además de sociales los dioses son siempre antropomorfos –aunque a veces se prohíba su representación– o zoomorfos, ya que si no tienen una figura humana o animal su carácter sí que lo es. Al fin y a la postre la imaginación tiene sus límites.
Siempre me pareció un error considerar al cristianismo como una religión monoteísta pese a las declaraciones expresas de sus iglesias en ese sentido y a la idea, pienso que gratuita, de que el monoteísmo es una forma superior de creencia religiosa. De hecho desde fuera no se la considera así, fijaos en este texto: “Los islamistas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar…” Se trata de la crónica de Al-Maqqari relatando la batalla de Covadonga, subrayo el calificativo que usa (politeistas) para designar a los cristianos. Nada más lógico si consideramos que el concilio de Nicea, con el de Constantinopla más tarde, había establecido el dogma de la Trinidad hacía tres siglos. La polémica surgió desde que Pablo empezó a considerar a Cristo como hijo de Dios, haciendo que la bíblica divinidad judía perdiera su soledad y obligando a buscar argumentos que mantuvieran, pese a todo, la antigua unicidad. La utilización de una jerga seudofilosófica para explicar el contrasentido de un Dios y tres personas no evita que la propia Iglesia lo considere un misterio para cuya asimilación se requiere de la revelación. En la ciencia hay conceptos nada intuitivos pero que podemos alcanzar por un razonamiento lógico, por ejemplo matemático. Este asunto, sin el concurso de la fe, no es asumible por nuestro conocimiento, así que aceptar llanamente que se habla de varios dioses está justificado.
El problema afecta al catolicismo romano, al ortodoxo y a las iglesias protestantes, es decir al cristianismo trinitario –hubo y hay otros credos cristianos no trinitarios, de hecho el Islam en su origen se puede considerar uno de ellos–; pero todos, incluyendo al Islam y al judaísmo, tienen elementos que contradicen la soledad de Dios. Todos ellos admiten la existencia de criaturas de carácter sobrenatural que, aunque no reciban el calificativo de divinos, tienen poderes y características no humanas; son entes celestiales o infernales cuyo número y variedad es enorme. Los ángeles y los demonios están presentes en todas ellas; su poder es tan grande que algunos se han rebelado contra Dios mismo; el Diablo, además, se atrevió a tentar al mismísimo Jesús, sabiendo quien era –¿hubo alguna posibilidad de que sucumbiera a la tentación?–. Los católicos aceptan también la presencia en el Cielo de la Virgen, ¡en cuerpo y alma! Y, por supuesto, una legión de santos. El Olimpo griego no estaba más poblado; en realidad los santos del cielo cristiano han venido a sustituir a los dioses del Panteón grecorromano asumiendo, por ejemplo, sus tareas de patronazgo. La diferencia reside únicamente en que el cristiano se configura como una sociedad muy jerarquizada y con un poder absoluto en la cúspide, cosa con la que Zeus o Júpiter no podían soñar. ¿No será un reflejo fiel del poder despótico del emperador en el siglo IV y siguientes, cuando se gestan estas creencias?
No conozco ninguna religión que pueda considerarse monoteísta. La católica, desde luego, está muy lejos de serlo porque, aunque no se denominen dioses a las criaturas que pueblan sus “espacios” ultraterrenos, lo cierto es que no son humanas, ni tienen una condición natural, así que si no son de este mundo serán del “otro”. Todas las argucias seudofilosóficas para encubrir esta realidad no son más que eso, artimañas, pura y simple charlatanería. Analizado desde fuera este asunto se presenta como infantil e ingenuo, pero ¿qué no lo es en una religión? A veces se quiere quitar hierro alegando que son producto de la religiosidad popular, pero no es así. De los ángeles y del Demonio se habla en los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento; de la Virgen en el Nuevo, y Roma ha creado los dogmas de la Inmaculada Concepción (Pío IX) y de la Asunción de la Virgen (Pío XII), ya en los siglos XIX y XX respectivamente. Por supuesto las discusiones teológicas a que han dado lugar estos temas han sido innumerables a lo largo de siglos y en muchos casos con consecuencias dramáticas.
He ilustrado estas reflexiones con La Trinidad de El Greco. Basta echar una ojeada a esta pintura genial para rebatir cualquier intento de defensa de la soledad del dios cristiano.
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ILUSTRACIÓN. “La Trinidad” de El Greco.
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