Sir Francis Galton era primo de Darwin y científico de múltiples intereses intelectuales: empezó trabajando en la meteorología a la que aportó, entre otras cosas, el término anticiclón; se interesó por la psicología, terreno en el que se le considera el padre de la psicología diferencial; investigó sobre la inteligencia y su medición y dedicó mucho esfuerzo a la antropometría sugiriendo el análisis de las huellas digitales para la identificación personal; su obsesión por la medida le llevó al estudio de la estadística terreno en el que también aportó innovaciones. Su curiosidad universal le indujo a plantearse si la oración era realmente eficaz: realizó un estudio estadístico que mostraba que los sacerdotes no vivían más ni más sanos que los médicos o abogados, lo que le planteó las primeras dudas; también aplicó los recursos estadísticos para ver si la familia real, que recibía el beneficio de multitud de plegarias cotidianas en todas las iglesias del reino, era más longeva o sana que el resto de los ingleses, pero el resultado fue negativo; incluso comprobó personalmente que las plantas cultivadas en parcelas para las que oró abundantemente no crecían mejor que las de parcelas a las que no dedicó oración alguna. Además de curiosidad y espíritu científico Galton tenía sentido del humor.
Existe en EE.UU. una entidad, Templeton Foundation, que dedica mucho esfuerzo y recursos a compaginar ciencia y religión –su fundador J. Templeton, que hizo una inmensa fortuna con la especulación bursátil y el uso de paraísos fiscales, despreciaba la interpretación literal de la Biblia–. Recientemente la fundación dedicó 2,4 millones de dólares en un experimento que pretendía comprobar, de una vez por todas, el valor de la oración. Se encargó la experiencia al Dr. H. Benson, eminente cardiólogo de Boston que utilizó una muestra de 1802 enfermos cardiológicos, utilizando un procedimiento de doble ciego –ni los médicos encargados de los paciente, ni estos conocían la realización del experimento–; se les dividió en tres grupos: a) por los que no se rezaba ni ellos lo sabían, b) enfermos por los que se rezaba pero ellos no lo sabían y c) por los que se rezaba y ellos conocían que se estaba rezando por ellos. Se contactó con diversas congregaciones e iglesias, que se encargarían de las plegarias, proporcionándoles el nombre de pila y la inicial del apellido de cada uno de los sujetos del experimento e incluso una frase estándar que debían utilizar en la oración. El resultado obtenido –publicado en el número de abril de 2006 de la revista científica American Heart Journal– resultó sorprendente: los enfermos de los grupos a) y b) no mostraron alteración alguna sobre la normalidad; pero los del grupo c), por los que se rezó y ellos lo sabían, experimentaron un empeoramiento perfectamente detectable. Tan insólito desenlace se interpretó como consecuencia del aumento de la ansiedad que provocaba el saber que había mucha gente rezando por ellos, lo que muchos debieron interpretar como señal inequívoca de la gravedad de su dolencia.
Ni que decir tiene que el experimento fue fuertemente criticado por diversas razones, entre ellas que a las acciones de Dios no se las puede someter a prueba. Que cada cual se quede con lo que le parezca, a mí me divirtió conocer ambas experiencias.
____________________________
Ilustración: S. BOTICELLI: La oración en el huerto. 1498. Temple sobre tabla. Museo de la Capilla Real de Granada.
*
1 comentario:
Leer el mundo blog, bastante bueno
Publicar un comentario