Lo que hemos dado en llamar Estado del bienestar es el desarrollo de políticas,
con cargo a impuestos o tasas de diverso tipo, encaminadas a librar subsidios y
generalizar servicios gratuitos (sanidad, enseñanza…) que permita a los
ciudadanos que no cuentan con el respaldo de una gran renta, hacer frente con
dignidad a sus necesidades básicas y contingencias vitales. No entraré ahora en
el debate de qué parte corresponde a un movimiento defensivo del capitalismo
ante las amenazas del socialismo revolucionario y cual a las conquistas del
movimiento obrero en sus frentes político y sindical; aunque, no estaría de más
considerar que la inflexión a la baja, en la que estamos, tiene su origen en
los años 80, la misma década en que se produjo el crack político de los países
llamados de socialismo real. En cualquier caso es el resultado de luchas
seculares, muchas veces traumáticas.
Las crisis económicas han reabierto
periódicamente la polémica de si hay que reducir las prestaciones (políticas de
austeridad) o, por el contrario, ampliarlas (políticas keynesianas). En la
actual se ha impuesto con claridad la idea de que hay que liquidarlas, no ya
reducirlas. Naturalmente los gobiernos se cuidan de hacerlo gradualmente y de
preparar a la opinión pública, como se la prepara para que asuma el esfuerzo y
las privaciones de una guerra. Toda crisis tiene su final, aunque esta podría
estar para nosotros todavía a una década de distancia; pero, cuando salgamos de
ella, con toda probabilidad, el Estado del bienestar será historia. Su
liquidación no habrá sido la consecuencia de la necesidad, sino de la
imposición de una rancia doctrina liberal reciclada para la ocasión; en un
momento en el que el movimiento obrero es ya historia por el desclasamiento
(pérdida de conciencia de clase) de los trabajadores y la desaparición de referentes
reales (crack de la URSS) y utópicos (desmitificación del marxismo).
Repasando la historia
encontramos que nada cementó más la lucha obrera, nada obtuvo más adhesiones y
prestigió más a las organizaciones obreras y sus objetivos que el largo combate
por la consecución de la jornada de ocho horas, que era un horizonte casi
utópico cuando se inició. Tuvo que enfrentarse incluso al escepticismo de
muchos trabajadores que contagiados del argumentario burgués pensaban que sólo
iba a aumentar la incuria y falta de responsabilidad de muchos asalariados;
aparte, naturalmente, de la idea de su insostenibilidad económica. Aprendamos
la lección.
Levantar una bandera con las
mismas dosis de pragmatismo e ilusión sería probablemente la única salida para
una izquierda derrotada y para dar un giro a esta deriva retro que corroe la
sociedad conseguida, como aquella niebla se tragaba el mundo de fantasía de La historia interminable. ¿Cómo
conseguirla?
Se ha venido desarrollando y
consolidando en los últimos años la reclamación de una Renta
Básica de Ciudadanía, «una asignación monetaria incondicional para toda la
población, sin otro requisito que la ciudadanía». Tal subsidio sería incompatible
con cualquier otro, estaría exento de tributación y lo percibirían todos los
ciudadanos, incluidos los menores (un tipo reducido), porque se concibe como un
derecho, no como una ayuda. Contra lo que a primera vista pudiera parecer, los
estudios realizados por D.Raventós han
demostrado que con una reforma del IRPF, que no cambiaría sustancialmente el
nivel de tributación actual, y la supresión de cualquier otro subsidio, que
devendría innecesario por redundante, sería
perfectamente sostenible.
Ya escribí
en otra ocasión sobre sus condiciones y ventajas, pero la mejor información la
encontraréis en Red Renta Básica.
El último artículo que leí sobre el particular y su adecuación a tiempos de
crisis como los que vivimos fue el de J. A. González ¿Es
la Renta Básica una utopía?.
Ojalá tuviéramos la capacidad y la lucidez necesarias para, no ya
contener el deterioro del Estado del bienestar, sino para, dando un salto cualitativo, asentarlo sobre una base
más sólida, como puede ser la Renta Básica de Ciudadanía o Renta Básica Universal. La reclamación de la imposición
de una democracia real ya, calma el espíritu. La lucha por un objetivo
socioeconómico concreto generalizable y justo pone los cimientos para
conseguirla.
1 comentario:
Excelente artículo, con importantes reseñas sobre esa "renta utópica"...que nuestros políticos no saben alcanzar....
Un cordial saludo
Mark de Zabaleta
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