Sitio de Barcelona 1713/14 |
Oí en tv a Fernando Savater afirmar, citando a Steiner, que los hombres no tenemos raíces, como las plantas, sino piernas; así que, cuando hablamos de raíces (lo radical, lo fundamental) debemos deducir que nos referimos a algo que está delante de nosotros, en el futuro, no detrás, en el pasado. Es una llamada a liberarnos de la historia, que si como memoria tiene algún sentido será el de redimirnos de errores pasados. Cuando se apela a la historia como guía de futuro se está sacralizando el error. Se está convirtiendo un camino de conocimiento en proceso de iniciación; unas conclusiones, por científicas, falsables, en verdades absolutas ante las que sólo cabe la veneración. Así, la historia es creencia, no conocimiento. Los nacionalismos tienen este efecto perverso e irracional, se den en Gerona, Valladolid o Córdoba.
Estableciendo lo anterior
como premisa, debemos reconocer que en la construcción territorial del Estado
español, como hoy lo conocemos, la violencia fue protagonista principal. No
somos una excepción, lo exótico sería encontrar algún Estado que no se ajustara
a ese modus operandi. Las diferencias estriban en que en algunos el proceso se concluyó
recurriendo a la negociación de un tratado (Reino Unido); en otros siendo el
nacionalismo protagonista, aunque secundario, de la unificación (Italia o
Alemania), y otras variantes. En España el poder dinástico, agente para la
unificación (como en todas partes), fue el único protagonista y además la
construyó asimétricamente, desde la hegemonía castellana, alegando el derecho
de conquista y un legítimo castigo a súbditos desleales (1715).
Los territorios así tratados asimilaron con el transcurso del tiempo la nueva situación sin mayores problemas (Aragón, Valencia, Mallorca) o con una resistencia más o menos pasiva, según las circunstancias (Cataluña). De hecho las nuevas condiciones aportaron ventajas materiales evidentes, que permitieron soportar mejor los agravios de la derrota y “la nueva planta” del Estado (centralismo bajo hegemonía foránea con imposición del derecho y la lengua castellanas). La memoria reciente que nos
revela a la burguesía catalana apoyando a Franco en los últimos momentos de la
República y los tiempos posteriores no debe engañarnos. Ante la alternativa de
una Cataluña más libre, como nación, pero bajo el colectivismo anarquista o comunista optaron
por la seguridad de sus patrimonios a costa de la reparación nacionalista. Las circunstancias de hoy son muy distintas.
Los territorios así tratados asimilaron con el transcurso del tiempo la nueva situación sin mayores problemas (Aragón, Valencia, Mallorca) o con una resistencia más o menos pasiva, según las circunstancias (Cataluña). De hecho las nuevas condiciones aportaron ventajas materiales evidentes, que permitieron soportar mejor los agravios de la derrota y “la nueva planta” del Estado (centralismo bajo hegemonía foránea con imposición del derecho y la lengua castellanas).
Si bien la historia no debe
ser guía de futuro, tampoco debe ser olvidada, aunque sólo sea, como se ha
dicho, para no caer en los errores del pasado. El viejo esquema, heredado de
los RR.CC., de unidad a costa del aplastamiento de las minorías no es de recibo
en la actualidad y sería aberrante que se convirtiera en programa de gobierno e
ideal a inculcar en el ánimo de los ciudadanos, que, lamentablemente, ya
estamos “educados” en esa dirección (el master lo hicimos en la dictadura). Si
una mayoría cualificada de catalanes exige un cambio en el modo de convivencia
no se puede ignorar por mucha barreras que imponga el ordenamiento jurídico
actual. Es la democracia…
Dicho esto, vuelvo a la idea
primera para recordar a catalanistas y españolistas, y a mí mismo, que también
estoy necesitado, que lo que importa es el futuro. El pasado no es modélico
pero no debería lastrarnos sino enriquecer y pulir una convivencia por venir. Los que la construyan, o reconstruyan, deberían estar liberados de la carga de
la historia, de sus glorias, que son miserias para otros, y de sus miserias que
nos traban indebidamente. A cuerpo limpio y con sólo el futuro por delante el
éxito tiene chance.
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