«Uno de los principales argumentos que esgrimen los enemigos
de la libertad para justificar la existencia del Estado es el de garantizar la
redistribución de la renta». Con
esta frase lapidaria inicia su argumentación un colaborador (P. Martínez Bernal:
“Capitalismo,
filantropía…”) de la página web “Instituto Juan de Mariana” de corte ultra
liberal y de la que mantengo un enlace permanente en este blog (a quien le
sorprenda diré que a mi edad flaquea la capacidad de asombro y este sitio me la
devuelve al nivel de la infancia con el leve esfuerzo de leer unas líneas de
vez en cuando). El artículo, desde este comienzo alucinante hasta el último
párrafo en que loa la solidaridad y altruismo de los supermillonarios, sin que
medie coacción, agradecidos por su éxito, no deja de sorprender por la simpleza
de los argumentos y el entusiasmo, digno de mejor causa, con que se exponen;
pero no es mi objetivo entrar a analizarlo, sino utilizarlo como ejemplo de una
actitud, que yo calificaría de impúdica, y testimonio de una avalancha
ideológica asfixiante.
En el momento en
que escribo esta nota veo de fondo y escucho a ratos en la televisión el
programa de Ana Pastor en el que un individuo, con cuyo nombre no me he quedado,
se declara liberal y critica a M. Thatcher, que se la han ofrecido como modelo
de sus propuestas, lo que él rechaza por considerarla “estatista” y poco
liberal.
La semana que
termina hemos sido testigos forzados de la apoteosis de la presidenta del
Círculo de Empresarios, Sra. Oriol, desbarrando sobre política laboral. A causa
de mi insignificancia, hasta hace unos días desconocía a esta figura eximia del
empresariado nacional, lamentablemente en lo sucesivo no podré seguir
disfrutando de ignorancia tan confortable. La empresaria considera inútiles a
los que no han triunfado como ella, eso se desprende de su “no valen nada” referido
a los que perciben el salario mínimo, que debería rebajarse drásticamente o
desaparecer. Ya se lo está gritando el mercado, continúa: o se hacen atractivos
a las empresas o desaparecen.
Analizaba Marx cómo
la fuerza de trabajo, que emana del trabajador, se convierte en mercancía que
adquiere el empresario y que, al utilizarla adecuadamente, le genera una
plusvalía. Se han escrito ríos de tinta sobre la alienación que supone para el
trabajador esta operación en la que se cosifican potencialidades humanas, lo
que está en el ADN del capitalismo. La Sra. Oriol da un paso más (hacia atrás)
y cosifica a las personas directamente tal y como se hacía en otros modos de
producción que suponíamos, en nuestra ingenuidad, superados por siempre jamás,
al menos en este rincón del mundo. Su leguaje recuerda al de un capataz de
negros en las plantaciones americanas de hace doscientos años.
Los excesos
verbales que se permiten prohombres y promujeres (que no se diga que tengo
debilidades de género) del sistema con un escandaloso exhibicionismo ideológico
que concuerda con la omnipresencia en los medios de una vociferante clac de
acompañamiento, son un síntoma. Los voceros del sistema se sienten tan seguros,
pese a la crisis que lo ha puesto todo en evidencia, o quizás por ello, que no
ahorran ocasión para repetir la cantinela, cansina como la flauta de Bartolo,
de las imaginarias virtudes salvíficas del mercado. A la vez que se desgañitan
crecen en proporción geométrica y se extienden como mancha de aceite bajo el
paraguas de UE y otros artilugios transnacionales favorecidos a su vez por la
anemia estatal que se corresponde con ellos.
¿De dónde sale
tanto partidario del libre mercado? Del mismo lugar que emergieron como
marabunta tanto meapilas con el alzamiento del nacionalcatolicismo poco después
de que Azaña declarase que España había dejado de ser católica (si D. Manuel
levantara la cabeza); de la misma cantera que salía tanto facha nada más
terminar de leerse el último “parte” (“cautivo y desarmado…”).
Dice el refranero
nacional: «¿A dónde va Vicente? A donde va la gente». Pues eso, sólo que en
este caso al ritmo que marca la flauta de Bartolo.
3 comentarios:
Excelente artículo, muy irónico. El mal siempre ha estado ahí (junto con el bien). Para mí la diferencia está en respetar o no al otro. Luego la gente elige, y según les conviene, se quedan con más bien que mal, o más mal que bien. Lo de menos son las excusas, siempre habrá de dónde sacarlas.
Interesante reflexión...
"Sentido común, algo así como salud contagiosa".... dijo Moravia
Saludos
LORENZO. Totalmente de acuerdo.
Gracias. Saludos.
MARK.Sí, esa rareza del sentido común.
Un abrazo.
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