A los hombres, el papel e identidad de género asignados, nos ha otorgado una posición de privilegio sobre la mujer. Esta situación ha generado un modelo de masculinidad predominante, que llamamos tradicional, patriarcal o hegemónica, que está basada en los valores de poder, fuerza, exigencia, competencia, rivalidad e imposición. Se trata de un modelo de persona en el que lo afectivo-emocional está devaluado y el mundo exterior a la persona, lo político-social, sobredimensionado. Generación tras generación, y mediante lo que hoy conocemos como proceso de socialización de género, esta situación se ha reproducido e, incluso, consolidado. Esto ha determinado nuestra forma de ver el mundo y a nosotros mismos.
[...]
Los hombres contemporáneos, si bien no somos culpables del sexismo, la discriminación y la violencia sufrida por las mujeres durante miles de años, sí hemos de asumir nuestra responsabilidad histórica ante esta situación, tanto a título individual como colectivo.»
El texto precedente ha sido extraído de los materiales de AHIGE (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género). Hace tiempo que tengo in mente dedicar un post a esta asociación de origen malagueño, pero hoy ya de ámbito nacional, y al verla citada en el artículo de Rosa Montero de El País de hoy, me he puesto a la tarea.
La construcción histórica de estructuras patriarcales ha sido lo común en las organizaciones sociales humanas. El por qué esto ha sido así es materia de estudio para la antropología; lo cierto es que la psicología individual, tanto de hombres como de mujeres, se ha ido adaptando durante milenios a ese modelo. Hoy somos conscientes de la necesidad de superar esa condición del mismo modo que se han superado otros atavismos; pero, sería estúpido, aparte de injusto, considerar que, puesto que se trata fundamentalmente de recuperar sus derechos, esa es una cuestión de las mujeres. Y lo cierto es que, hasta ahora, han sido ellas las protagonistas de la lucha por la igualdad, sostenidas, eso sí, con la actitud más o menos benevolente de los hombres, que no se sentían plenamente implicados.
Hoy la patética evidencia del maltrato y los crímenes de género, que persisten con indomable terquedad pese a las medidas represivas y preventivas, nos está gritando la necesidad de abrir más frentes en la lucha. El que parece imprescindible es el de convencer a los hombres de que su papel debe ser otro; que el modelo patriarcal se ha superado; que hay que encontrar la plenitud en otros comportamientos y actitudes acordes con la igualdad; que se precisa su protagonismo en la tarea del cambio. Es en ese terreno en el que han empezado a trabajar hombres como los que han puesto en marcha AHIGE.
Como para muestra basta un botón, transcribo su decálogo del hombre por la igualdad:
1. Se acepta a sí mismo como producto de su tiempo y cultura.
2. Ha iniciado un camino personal de búsqueda y replanteamiento interno de sus
valores, esquemas, mecanismos, conductas y pensamientos.
3. Mantiene una actitud de cambio en sus relaciones con las mujeres, en las que ya no tolera ningún tipo de desigualdad en razón del sexo.
4. Apoya activamente las justas reivindicaciones de las mujeres contra el sexismo. Comprende que no basta con las palabras y que es necesario que los hombres se posicionen activa y públicamente sobre el tema.
5. Está aprendiendo a verse como un ser sensible, afectivo y, sobre todo, vulnerable. además, está intentando superar su tradicional aislamiento emocional.
6. Ha iniciado un proceso de replanteamiento de la relación con sus hijos e hijas. más completa, aprendiendo a implicarse directamente con ellos y ellas.
7. Intenta ir superando el miedo y el rechazo ante situaciones de cercanía y complicidad con otros hombres. Comprende que la compañía y la ayuda de otros hombres le es necesaria para su desarrollo vital. Acepta su apoyo y está aprendiendo a no verlos como competidores.
8. Avanza en un proceso de renovación de su sexualidad, intentando vivirla de forma más natural y plena, sin los determinantes que el modelo tradicional masculino le ha
impuesto.
9. Ha comenzado a cambiar su actitud hacia la homosexualidad, reconociendo que las personas homosexuales sufren una situación de discriminación que ha de ser combatida activamente. Analiza su relación personal
con este tema.
10. Y, por supuesto, ha adoptado una actitud de tolerancia cero hacia la violencia de género que ejercen los hombres sobre las mujeres. Ha comprendido que “el silencio nos hace cómplices”.
Creo que es bastante elocuente, pero si queréis una información completa y de primera mano esta es su dirección: http://www.ahige.org/
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