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"Dos mil ojos seguían las evoluciones del demonio del río, que chapoteaba dando golpes impetuosos, azotando el agua con su cola terrible y esparciendo humo negro por el aire. Frente a la primera fila, a lo largo del río, tres hombres cubiertos de un fango rojo brillante de los pies a la cabeza, se contorneaban impacientes. Cuando llegamos de nuevo frente a ellos, miraban al río, pateaban, movían sus cuerpos enrojecidos; sacudían hacia el feroz demonio del río un manojo de plumas negras."
Es un fragmento de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, el relato genial que evidenció mejor que ningún estudio la corrupta relación entre los intereses comerciales y el pretendido afán civilizador de la colonización europea.
Kivu Norte es una de las 25 provincias en que ha quedado dividida la República Democrática del Congo con la última constitución, todavía en proceso de desarrollo. Está situada en la región de los lagos, limitando con Ruanda y Uganda y, de nuevo, se ve envuelta en el conflicto étnico entre tutsis y hutus, ya eterno en la región, que ha servido para enmarcar y enmascarar otras contradicciones. Las noticias de masacres y refugiados aparecen en los noticieros rellenando los espacios que deja la crisis económica, como un eco de ruidos lejanos e incomprensibles acallados por la distancia. Sin embargo en las dos grandes guerras que han asolado el Congo en los últimos tiempos se han producido ¡más de 4 millones de muertos! –no cuento la guerra secesionista de la provincia de Katanga, nada más producirse la independencia en los 60, apoyada frente al gobierno central por la ex-metrópoli, Bélgica, y EE.UU., y la larguísima y cruenta dictadura de Mobutu.
La colonización de África, concluida hace tan solo 33 años –en 1975 se independizaron las colonias portuguesas–, ha sido un negro episodio de la historia europea; la quintaesencia del proceso fue la colonización del Congo por parte de Leopoldo II, rey de los belgas, que obtuvo a título personal el inmenso territorio para que hiciera las veces de colonia tapón entre los imperios británico, francés, portugués y alemán, que pugnaban hacia el interior del continente. Las gentes del Congo, pertenecientes a mil y una etnias distintas fueron igualadas, reduciéndolas literálmente a la condición de esclavos, mientras se esquilmaba el territorio con los criterios depredadores de una empresa comercial inhumana que ninguneaba a sus habitantes considerados sólo como un recurso más que explotar. Fue así como el Congo se convirtió en el corazón de las tinieblas.
El demonio del río, la presencia de los blancos, dejó una herencia envenenada que hace imposible la estabilidad y la paz en el territorio y seguramente seguirá por muchos años infestando con los peores miasmas la convivencia, sin que los nativos puedan oponer otra cosa que unos inútiles gestos de hechicero.
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El grabado y la cita los tomé prestados del blog de Juan Díaz Canales Todos reyes, todos poetas.
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