Titán es un nombre magnífico que corresponde al satélite más grande de Saturno, planeta que señorea todo un sistema con decenas de satélites, más la extraordinaria complejidad de los anillos, compuestos de millones de guijarros. Su tamaño es superior al del planeta Mercurio y desde 1908 sabemos, gracias al astrónomo español Comas y Solá, que posee una atmósfera.
En 1655 el físico y astrónomo holandés Christiaan Huygens lo descubrió y lo llamó Luna saturni. Su nombre actual procede del XIX, cuando ya se habían descubierto más satélites del planeta y J. Herschel propuso los nombres de los titanes, hermanos de Cronos, el dios griego correspondiente al Saturno romano, para designarlos.
Recientemente se ha convertido en protagonista privilegiado de las noticias astronómicas. En 2005 la sonda Cassini, del proyecto Cassini-Huygens, se posó en su superficie e inmediatamente comenzó a enviar datos, que los científicos han ido estudiando y desvelando desde entonces. Supimos que la densa atmósfera del satélite contenía un elevado porcentaje de metano aparte de nitrógeno (95%) y otros hidrocarburos y, por el trabajo de unos físicos vascos, que mantiene una actividad convectiva, metano líquido que se evapora y cae en forma de grandes precipitaciones, como en la tierra el agua. La sonda nos ha proporcionado imágenes, en sus movimientos de aproximación, que parecen indicar la existencia de lagos de metano líquido, pero hay que tener en cuenta que las imágenes que vemos en la fotografía del polo N. de Titán han sido coloreadas; desde luego las probabilidades de que así sea es muy alta. Observaciones de R. Lorenz de Maryland (EE.UU.) sobre los movimientos de rotación y los vientos que agitan su atmósfera le han llevado a deducir la existencia de un océano líquido separando la corteza del núcleo del satélite; que esa masa líquida sea agua o no es otra cuestión, pero en cualquier caso es sorprendente.
La noticia hoy es que físicos de las universidades de Granada y de Valencia han experimentado con un modelo matemático que demuestra sin lugar a dudas que en la atmósfera de Titán existe una importante actividad eléctrica, que acompaña a la formación de las nubes y a las precipitaciones líquidas, tal y como ocurre en la Tierra. El caso es que la presencia de metano, nitrógeno y actividad eléctrica es ideal para la formación de moléculas prebióticas, progenitoras de la vida, según las teorías y el experimento de Oparin y Miller respectivamente. En nuestro planeta ese debió ser el camino inicial. Está más que justificada la atención que el universo científico está prestando a Titán y es agradable ver el protagonismo de la ciencia española en este caso.
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