29 may 2010
Tribulaciones... (6)
27 may 2010
Elogio de la política
Seguro estoy de que con este título me habré enajenado a un alto porcentaje de potenciales lectores, aunque por el morbo, y en compensación, haya atraído a alguno que puede haber pensado: “este tío es un tocahuevos, vamos a ver que dice”. Pues no, el título no encierra ironía alguna, donde digo digo, no digo Diego, digo digo.
Antes (ésta es la palabra que más utilizo desde que me convertí en honorable, pero forzoso, miembro de la tercera edad) la política se movía en torno a unos proyectos, programas (los había mínimos y máximos), de modo que uno tenía meridianamente claro qué podía esperar de esta o aquella opción. El que conseguía el poder, recurría entonces a los técnicos para llevar a la práctica sus expectativas, lo que se lograba o no, según la pericia política, las circunstancias y la honestidad del, o de los, responsables. Cuando la impericia o las circunstancias adversas “doblaban el brazo” al mandatario, tenía, para que no se resintiera su honestidad, que recurrir a recursos excepcionales: la dimisión, el planteamiento de la cuestión de confianza en el parlamento, u otros del mismo tipo que la práctica política pusiera a su disposición. La oposición, por su parte, mantenía entre tanto clara, limpia y esplendorosa una alternativa viable. Al menos esto es lo que uno creía que ocurría o debía ocurrir, nunca hay que descartar el espejismo del cualquier tiempo pasado…
Hoy parece que este proceso tan lógico y bien ordenado se ha trastocado por completo: los programas se parecen como gotas de agua de modo que uno se ve obligado a votar emocionalmente y deja la cabeza para otras tareas; Los técnicos no son ya los que hacían posible cualquier proyecto, sino los que marcan las directrices para elaborar los programas, los que dicen lo que hay que hacer, no los que hacen lo que se ha dicho; si el líder hace justo lo contrario de lo que dijo, le bastará con asegurar que lo siente mucho y que llora en silencio, pero que no se va porque no nos quiere dejar solos en tan duros momentos; la oposición, que no recuerda la razón de su existencia, practica el terrorismo político, que puede acelerar el rendimiento electoral. Y digo yo que para qué votar a los políticos si los que van a decidir son los técnicos, que para qué los programas si al final se hará “lo que hay que hacer”, que para qué la oposición si sólo sirve para amargarnos la existencia y no ofrece ninguna posibilidad de cambio real.
¿A dónde vamos por este camino? Evidentemente a la negación de la política. Lo que pasa es que la política no puede desaparecer porque para ello tendríamos que dejar de ser seres sociales; lo que desaparecería sería esta política, ésta en la que los ciudadanos pesan, controlan, deciden, para ser sustituida por aquella otra, cualquiera que sea el nombre que se le dé, en la que se limitarían a ser figurantes. Hay como un impulso hacia el abismo en el interior de cada uno de nosotros, como una ley física ¿o es psicológica? que cuando parece que alcanzamos la luz, tan deseada, empieza a fascinarnos la oscuridad. No encuentro otro modo de explicar lo que sucede.
Está de moda ahora criticar la Transición, pero entonces salimos del pozo, político y económico, gracias al acuerdo de partidos, desde AP al PCE, operación en la que ninguno perdió su peculiaridad y todos ganaron en credibilidad. Eso era política.
24 may 2010
Brújula para occidentales. ¿Raíces afroasiáticas en nuestra civilización?
Los que nos autodenominamos occidentales creemos en la singularidad de nuestra civilización y en que no debe nada sustancial a aquellas que clasificamos como orientales, africanas, etc. (eludamos el hecho de que la mayoría de los países europeos son, geográficamente hablando, mas orientales que el Magreb, que, por cierto, significa el Occidente). Es más, salvo en algún caso, como el de Irán, suponemos que las culturas orientales y africanas se sustentan sobre una base étnica semita o camita, mientras que la occidental es de origen ario: tres conceptos que se crearon para clasificar lenguas (uno de ellos, camita, sin otro fundamento que agrupar a las que no encajaban en los otros dos)1; sin embargo, pasaron en seguida a designar supuestas razas, lo que no es más que una estúpida falsificación, que ha tenido un éxito monumental e injustificado.
Los griegos clásicos, libres de estos prejuicios pseudocientíficos, estaban convencidos de que una buena parte de los elementos claves de su cultura habían nacido en lo que hoy llamamos oriente o en el N. de África: Herodoto escribió que el panteón griego procedía en su casi totalidad del egipcio: desde Zeus/Amón a Atenea/Neit, pasando por Apolo/Horus. El propio alfabeto griego es una adaptación del fenicio, con la aportación de los signos vocálicos; el 40% de su léxico procede del egipcio, cananeo, fenicio, etc., sumando tantos vocablos como los de raíz indoeuropea. La ciencia griega es igualmente deudora de la egipcia: conocemos de antiguo la estancia de Pitágoras en Egipto y, hoy, que su famoso teorema era conocido en Egipto porque aparece en uno de los problemas del Papiro Ahmes (Papiro Rhind); el papel central que Platón daba a la geometría en el conocimiento racional (Nadie entre que no sepa geometría, se dice que rezaba en el frontispicio de la Academia) es de origen egipcio y muchos de los logros que se atribuyen a Arquímedes, Eudoxo, etc., y que culminaron en la escuela de geometría de Euclides en Alejandría (Egipto) tienen igual presencia en el Rhind y otros papiros muchos años antes, según parece; de la medicina y de la astronomía se puede decir otro tanto.2
De los griegos se puede inferir que recopilaron este saber con el que protagonizaron un auténtico renacimiento y liberaron a la filosofía y a la ciencia (indisociables en la época) del hermetismo y el carácter esotérico que tuvo en Egipto; pero, si bien no siempre señalaron en los casos particulares la paternidad de sus logros, si que reconocieron en general el magisterio foráneo, especialmente egipcio. La observación de un mapa histórico del Mediterráneo oriental nos muestra una imbricación de las poblaciones griegas y las semíticas y egipcias; lo absurdo hubiera sido un desarrollo a espaldas unas de otras: las ciudades griegas de Asia Menor fueron las protagonistas de la eclosión del pensamiento científico (VII y VI a.C.) y Alejandría en Egipto vivió el último esplendor helenístico antes de que agonizara la antigüedad (IV y V d.C.).
La historia de Grecia nos la han explicado a golpe de invasión, cómo no: invasión de los aqueos, invasión de los dorios… siempre viniendo del Norte, nada que ver con el mundo mediterráneo. Cuando se profundiza mínimamente, nos sorprende la debilidad de los argumentos que sostienen esta hipótesis, pero salva algo fundamental, a saber: que el origen de la civilización griega, germen a su vez de la civilización occidental, nada tiene que ver con África y Oriente, que, en todo caso, fueron más o menos helenizados en algún momento. Faltaría más.
En 1987 el historiador británico Martín Bernal publicó Atenea negra. Las raíces afroasiáticas de la civilización3, levantando una monumental polémica. Sostiene que la explicación (“modelo antiguo”) que vinculaba a Grecia con África comenzó a romperse a partir del interés que Lutero puso en el griego por la nueva traducción de la Biblia; en el XVIII los alemanes se miraban ya en Grecia como en un espejo (sin unidad política pero con excelencia cultural) y W. Humboldt, fundador de la universidad de Berlín (1793), al trazar las grandes líneas del sistema educativo, colocó en su centro el estudio de la antigüedad griega; en el XIX la guerra de Grecia con Turquía por la independencia fue un revulsivo en las conciencias europeas, identificadas con los helenos frente al Islam, sentimiento reforzado por el movimiento romántico (Byron, Shelley); en seguida, este sentir se reforzaría con la eclosión racista que, por la lengua indoeuropea, vincularía a los griegos con la raza aria, como los germanos. El círculo estaba cerrado, los griegos trascenderían su condición mediterránea para constituirse en padres del mundo occidental. La historiografía acuñó desde entonces un prototipo cultural exento de contaminación semita o camita, ario puro; unos fantasmales helenos de rizos dorados y ojos claros, tal y como vivían en las mentes germánicas: la Grecia que se nos ha inculcado a todos los europeos en la escuela. El libro de Martín Bernal rompe con esta mistificación historiográfica y por eso es excelente.
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1 Racismo y pensamiento moderno: el ejemplo de la invención de los camitas. J. M. CABEZAS. Univ. Barcelona.
2 Síntesis sistemática de la filosofía africana. NKOGO ONDÓ. Barcelona, 2005.
3 La edición en castellano de Ed. Crítica está agotada.
18 may 2010
Maldito déficit
En el Antiguo Régimen los gastos suntuarios y la salvaguarda del prestigio y los intereses dinásticos devoraban los ingresos de unas haciendas reales depredadoras y caóticas; en los tiempos modernos las infraestructuras y el gasto social son los pilares con los que se levanta el déficit en unos gobiernos que dependen de la opinión pública; pero, en un caso y en otro, siempre los gastos superaron a los ingresos: los Austria, en la cumbre del poderío hispánico en el Mundo, se enfrentaron varias veces a la bancarrota pese al río de oro y plata que llegaba de América; en el XIX la mayor operación económico social de los tiempos modernos, la Desamortización, se emprendió con el fin de enjugar el déficit crónico (sin logarlo), para lo cual se incautaron y vendieron propiedades de la Iglesia y de los municipios; dos ejemplos dramáticos en un recorrido de siglos en los que nunca las cuentas cuadraron. Hace pocos años, el gobierno Aznar culminó un proceso que venía de atrás logrando sanear las cuentas cuanto exigía la entrada en el eurogrupo, gracias a un crecimiento económico sin precedentes, propiciado por la bonanza internacional y la burbuja inmobiliaria, y a la venta de las empresas públicas, más algún detallito ya olvidado como la congelación salarial de los funcionarios. Hoy la crisis ha pinchado la burbuja, ha erosionado los ingresos, ha aumentado el gasto y ha vuelto a resucitar el déficit, y el problema es que el recurso a la devaluación monetaria ya no es posible porque el euro no es nuestro, como lo era la peseta, y no parece que quede nada por vender, ni burbuja que inflar.
La opinión económica dominante en estos tiempos es que el déficit es intrínsecamente malo, como también la manipulación de la moneda, por lo que los bancos centrales tienden a convertirse en autónomos en manos de “técnicos”, el BCE lo es. No fue siempre así: las políticas inflacionarias fueron las que se aplicaron para la salida de la crisis de los 30, y no hace tanto, cuando aún había izquierda, solían defenderse y aplicarse con frecuencia. Entrar en la polémica parece ocioso, por inútil, dentro de la UE no hay otra alternativa, y parece que fuera de ella tampoco, así que se impone bajar el déficit, lo que significa contraer gastos (menos sueldos, menos infraestructuras, menos gasto social) y aumentar ingresos (más impuestos). Esto es infalible para lo que se pretende, pero de nula eficacia para remontar la crisis, antes bien, la puede profundizar y desde luego prolongar, todos lo sabemos, ellos también.
El paro, descomunal, no ha alterado la paz social hasta ahora, ¿cuánto tiempo más aguantará la situación? Cuando los gobiernos autonómicos tengan que aplicar las medidas de austeridad ¿lo harán sin rechistar? Son preguntas que a mí se me antojan inquietantes, pero tengo otra ¿procurará la oposición aflojar la tensión o decidirá (parece que lo ha hecho ya) agravar y acelerar el proceso?
13 may 2010
Tribulaciones... (5)
11 may 2010
De los nombres de España
En el S. V a.C. en las Historias de Herodoto aparece por primera vez el término Iberia para designar a la Península, los griegos lo usaron siempre en lo sucesivo. En consonancia con esto, iberos serán los que habitaban el territorio, no como hemos creído tradicionalmente un pueblo autóctono antagonista de los celtas invasores; según algunos indicios no hay diferencias genéticas entre ambos grupos ni fronteras culturales definidas, quizá porque se trate de dos oleadas de las mismas gentes. En todo caso hablaban lenguas que han dejado rastros escritos (más de dos mil inscripciones) que se leen razonablemente bien, pero que no se entienden porque no dejaron lenguas herederas y si, como dicen algunos, el vasco lo es ha debido sufrir demasiados cambios. Viene esto a cuento porque, según una teoría plausible, en lengua ibera el prefijo ib significaba río (como wad en árabe), los griegos lo oyeron de los indígenas y lo tomaron por nombre propio, de ahí que localizaran a varios ríos con el nombre de Iber (el Ebro, que aún lo conserva, pero también otros como uno en Huelva que parece ser Río Tinto), el caso es que la región del río Iber fue llamada Iberia (primero sólo una pequeña zona en el suroeste, después toda la Península) y a sus habitantes iberos.
Las costas mediterráneas de la península experimentaron también la colonización de semitas: fenicios, más tarde trasmutados en cartagineses. En lengua fenicia está documentado el término i-spn-ya en inscripciones muy antiguas, en el que el prefijo i significaría isla o costa, el sufijo ya región y la raíz spn conejo; el resultado es que si esta teoría es correcta Hispania significaría costa o tierra de los conejos. Curiosamente está ampliamente constatada la abundancia del roedor en estas tierras en la antigüedad (Catulo se refiere a Hispania como península cuniculosa, de cunículus, conejo). Para J. L. Cunchillos y J. A. Zamora, que han estudiado comparativamente las lenguas semíticas antiguas, la raíz spn está en relación con el trabajo de los metales, por lo que i-spn-ya debería traducirse por Costa de los forjadores, compatible con lo que conocemos de la época y la tierra. Trigueros, lingüista del XVIII, aportó la idea, según otra acepción de la famosa raíz, de que podría significar Tierra del norte (desde África la costa andaluza queda al N). Existen otras hipótesis, pero éstas de origen semita, en cualquiera de las versiones descritas, parecen la más fundadas. Los romanos, que entraron en la Península de manos de los cartagineses, adoptaron y difundieron el término; de él deriva España.
A partir del S.VIII d.C. aparece el término Al Andalus, acuñado en árabe para la Hispania islámica. Tradicionalmente se ha dicho que derivaba de una supuesta Vandalucia aludiendo a los germanos (vándalos) que estuvieron asentados en Andalucía por corto tiempo, hipótesis que hoy no se sostiene. Otros han sugerido que procedería de landalhaut, que en lengua germánica significaría sin tierra, aludiendo a los godos que se asentaron en las propiedades de los terratenientes hispanos. La idea más sugerente y hoy más firme es la de Vallvé que ha encontrado textos árabes antiguos en donde se designa a la península como yazirat al Andalus, con el significado de isla o península del Atlántico o Atlántida, en relación con el mito platónico, de donde resultaría que la denominación árabe es la más griega de todas.
No menos clásicos fueron los judíos al llamarla Sefarad (de donde sefarditas o sefardíes, denominación de los descendientes de los judíos expulsados por los RR.CC. en el S. XV), porque la secuencia de la gestación de la palabra puede ser Sefarad < Sparad < Sperid, de Hespérides o jardín de poniente, mito griego cuya localización estaría en el extremo occidente del mundo entonces conocido, es decir, en Andalucía.
Llaman la atención dos cosas: 1) que cualquiera de los nombres que ha tenido España ha nacido en Andalucía; 2) que la olla que es el Mediterráneo ha cocinado elementos semitas y clásicos en un guiso exquisito y complejo, del que ahora nos esforzamos estúpidamente en separar los componentes.
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Mapa del Golfo de Cádiz según la descripción de Estrabón. Para editarlo junto con una amplia explicación, aquí.
7 may 2010
Más vale una vez rojo que ciento amarillo
«Hace algún tiempo, cuando las cosas iban bien, entré en Internet aconsejado por un amigo para hacer algunas inversiones en bolsa. Empecé comprando algunos valores y un par de warrants, sea lo que sea eso. Pero luego me fui animando y, sin darme cuenta, le di a un botón que no era. De repente vi en los indicadores que caía la bolsa de Tokio. Intenté darle al ‘deshacer’, pero hice algo mal y cayó Wall Street. Intentando arreglarlo dejé sin fondos a algunos bancos. Cuando vi la que había liado, cerré el ordenador y disimulé.»
Jordi Cebrian: El culpable de la crisis (2008)
Cuando esta mañana me levanté y abrí el ordenador para leer la prensa me encontré con la siguiente noticia:
Las máquinas se apoderan de Wall Street y provocan el pánico en el mercado.
[…] Una de las hipótesis que se maneja para explicar cómo una serie de operaciones pudieron contaminar al conjunto del mercado es que los programas informáticos ejecutaron órdenes de venta en nanosegundos, en lo que se conoce como “high frequency trading”.
La CNBC llegó a asegurar que el origen de las operaciones erróneas estaba en una orden de Citigroup y que se había producido al teclear la tecla b (de billions, miles de millones) en lugar de la m (de millones) con las acciones de Procter […]
Ahora ya no tengo dudas. Todos los blogueros sabemos que lo nuestro no es afición sino un modo de blanquear la conciencia. El oscuro presentimiento, la pesada inquietud que desde aquel 2008 me ahogaba el alma, tenía un fundamento: las trazas de verosimilitud del relato de Jordi no emanaban de la maestría literaria del autor. También sé lo que hacer: anularé la consulta con el psicólogo y esta noche a una hora discreta, pero antes de la recogida de la basura, bajaré mi portátil al contenedor; después, portando una nota en el bolsillo con un nombre y una dirección web, iré a la comisaría más próxima. Antes soplón que complice.
5 may 2010
Tribulaciones... (4)
–Buenos días.
–Buenas tardes.
Al salir de la reunión Rajoy ha expuesto ante la prensa lo que le ha dicho al presidente. A renglón seguido Zapatero ha explicado a los mismos periodistas lo que le ha dicho al jefe de la oposición. No tenemos información de si alguno ha escuchado algo, lo que sí sabemos es que esto es lo que se ha llamado siempre un diálogo de besugos.
–Buenas tardes.
–Buenos días.
2 may 2010
El extraño caso de los árabes invasores (5). Los sabios indiscretos
Pese a las protestas de incredulidad que producía el relato tradicional ha sobrevivido sin mayores trabas porque satisfacía una demanda ideológica sobre el origen de las naciones hispánicas, desde que se creara el mito de la pérdida de España y su reconquista. Volver la historia a su justo término ha sido la tarea de unos investigadores impertinentes que han puesto ante nuestros ojos con el descaro del que busca la verdad desprejuiciadamente incongruencias y absurdos frente a explicaciones llanas y coherentes:
Ignacio OLAGÜE: La Revolución islámica en Occidente. (Ed. Plurabelle. 2004). He aquí la obra que produjo la polémica en los términos en que está planteada en la actualidad. La primera redacción del libro data de los años sesenta en que se publicó una síntesis en francés (Les árabes n'ont pas envahi l'Espagne). En 1974 la fundación Juan March propició la publicación en español. La de 2004 es resultado de una subvención de la Junta de Andalucía, pero ya está agotada (es posible encontrar el texto en Internet). Comienza Olagüe la exposición de su tesis con una presentación de la mezquita de Córdoba, analizándola de modo novedoso y singular, pero muy sugerente y verosímil pese a lo atrevido. Su teoría plantea dos cuestiones básicas: 1) Es imposible que se produjera una invasión árabe islámica en España en el 711; 2) Al-Andalus es el resultado de la evolución natural de la situación religiosa y cultural de Hispania en la antigüedad tardía y comienzos del Medievo, coherente con la del N. de África y Oriente Medio, de donde recibirá una progresiva arabización, convergiendo al tiempo con el Islam. Para analizar ambas ideas despliega un exhaustivo análisis y crítica sagaz de las fuentes y recurre a bibliografía que los historiadores españoles han solido obviar, como las investigaciones de G. Marçais sobre la historia del Magreb o las observaciones del general Bremond sobre la imposibilidad del tránsito de una caballería por los desiertos norteafricanos para alcanzar occidente. El resultado es un libro apasionante que al profano puede parecerle que se demora en exceso en el análisis de las querellas teológicas, tarea clave para entender el proceso de asimilación del Islam.
Emilio GONZÁLEZ FERRÍN, profesor de la Universidad de Sevilla (Dir. Dpto. de Filologías Integradas) publicó en Ed. Almuzara (2006) una Historia General de Al Ándalus, en la que a lo largo de 600 páginas confirma y desarrolla la tesis de Olagüe, enriqueciéndola con nuevas aportaciones. Bajo esta perspectiva, revolucionaria en la historiografía española, analiza el completo discurrir de la historia de Al-Andalus, desde su prólogo visigodo al epílogo morisco. Se esfuerza en hacer ver que la eclosión cultural andalusí es un primer renacimiento europeo de impresionante riqueza, sólo que en árabe. Incluso establece un bello paralelismo entre la situación política en el Renacimiento italiano y las repúblicas urbanas (taifas) en que se descompuso el centralismo cordobés en el S.XI.
Por esta peculiaridad idiomática y la distancia, que a la postre quedó entre la fe occidental y el islam, los propios historiadores españoles, con una miope visión de la realidad histórica, lo han ninguneado, como si de un cuerpo extraño, en el ser cristiano occidental de la nación, se tratara.
«Al Ándalus es un componente […] de la Europa que conocemos como matriz de Occidente y que en Al Ándalus saltó del Medievo para vivir un primer Renacimiento.»Para ser ecuánimes habría que decir que el autor utiliza a veces un estilo enrevesado que no favorece su lectura o requiere una cierta habituación.
Una especie de síntesis en 22 páginas se puede encontrar en Al-Ándalus: del mito asumido al Renacimiento, del mismo autor.
Los artículos de la serie:
El extraño caso de los árabes invasores (1)
El extraño c… (2). Quién nos contó el cuento y por qué lo creímos
El extraño c… (3). El cuento
El extraño c… (4). La versión no autorizada
El extraño c… (5). Los sabios indiscretos