El efecto
más irritante de la crisis es el crecimiento de la desigualdad. Al tiempo que
decrecen los ingresos de la inmensa mayoría (por la disminución de la actividad,
el encojimiento de salarios y prestaciones sociales y el aumento disparatado
del desempleo) aumentan los ingresos de una aristocracia del dinero, una exigua
minoría de gestores de las grandes empresas y potentados de las finanzas; en
suma, una polarización de la riqueza, a contrapelo de lo que habíamos creído
que era la tendencia natural del progreso, en cuyas claves nos juzgábamos ya versados.
La
gráfica que sigue ha sido elaborada por el economista Thomas Piketty de la
Univerdidad de Harvard. Representa la evolución de la desigualdad en EE.UU de
1910 a 2010. Procediendo de un nivel medio alto en la primera década del siglo
alcanza una cumbre (50%) en torno a los años treinta. Se produce después un
descenso de la desigualdad que crea un largo valle que va desde finales de la
guerra (2ªGM) hasta los años 80, periodo dominado por las políticas
keynesianas. A partir de 1981 el neoliberalismo comienza a imponerse (Reagan 1981/89)
y la curva emprende un nuevo ascenso de tal modo que en 2010 ya se han conseguido y superado las
tasas de desigualdad de los años treinta.
El estudio (glosado en “Desigualdad y
democracia” por G. Gordillo, La Jornada, México, y reproducido en su
blog en la lengua original) pone de manifiesto que no se trata de un
fenómeno exclusivo de EE.UU., sino que, con las variantes de rigor, es
extrapolable a cualesquiera economías del capitalismo avanzado. En Europa la caída
de la desigualdad fue más fuerte, especialmente en los países nórdicos y Reino
Unido y la remontada de los 80 igual de contundente (Thatcher).
No podemos, pero si fuera posible prolongar la curva hacia
atrás veríamos (palabra de historiador) que se mantendría siempre en valores altos
nada menos que hasta los albores de la historia en que los estados se fueron
construyendo sobre las ruinas de las organizaciones tribales. Pero necesitaríamos
la palabra de un profeta o vidente para saber cuál sería su proyección en el
futuro. Por eso, siempre nos quedará la duda de si los casi 40 años de record
en la igualdad (1945 a 1981 aproximadamente) son una conquista definitiva que
reaparecerá tras la crisis o, si por el contrario, son una anomalía en la
historia de la humanidad, aun proyectada al futuro.
Tenemos precedentes muy inquietantes. El fenómeno de la
democracia griega (ateniense) fue un relámpago de 40 años de duración más o
menos (allá por el S. V a.n.e.) que desapareció sin dejar rastro y no volvió a resurgir,
transformado en nuestras democracias representativas de hoy, hasta bastante más
de dos mil años después, un larguísimo eclipse durante el que fue considerado
desde una rareza exótica a una perversión política.
¿Ocurrirá lo mismo con nuestro frustrado siglo de la
igualdad?
1 comentario:
Excelente artículo. Después de la democracia griega vino un largo periodo de esclavitud. En esas estamos, la esclavitud asoma a las puertas del hombre 'civilizado'.
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