Estamos acostumbrados (iba a decir hasta las narices) de
hechos diferenciales aquí en nuestro país, ¿o quizás debería decir países? Bueno,
aquí. Sin embargo, permitidme el casticismo, en todas partes cuecen habas. David
Cameron, que desconfía de los catalanes por el rollo de Escocia, recurre a lo
mismo para chantajear a la UE, reclamando, no ya un trato diferencial, que lo
tiene, sino una completa reforma (hacia atrás) de los tratados para acomodarlos
a su supuesta peculiar condición o, de lo contrario, se darían el piro. Desconectarían,
que se dice ahora. Se pone duro con la UE para ganar el referéndum que tiene
convocado, o convocó el referéndum para ponerse duro. El caso es que a quien la
situación se le pone cruda es a los demás por el peso de Inglaterra y porque
sería un peligroso precedente. ¿No es lo mismo con Cataluña?
Los conflictos se enlazan en bucles, se inscriben unos en
otros como las capas de una cebolla, crecen y se desarrollan en un crecimiento
fractal multiplicándose y reproduciéndose hasta el infinito, hacía adelante,
hacia atrás, a la derecha y a la izquierda. Es un hecho biológico. Somos
conflictivos. Mil y una doctrinas religiosas, políticas, filosóficas han
desarrollado sistemas para establecer la paz y la convivencia, pero sólo han
logrado, una y otra vez, desplazar el conflicto a un nivel superior: la
conquista, el colonialismo, el genocidio.
Nos enfrentamos porque nos sentimos diferentes pero al
socializar las supuestas diferencias desembocamos en la guerra, tomada en el
más amplio sentido.
No es posible eliminar el conflicto porque forma parte de
nuestra naturaleza, pero siempre será posible detener, suspender o eliminar
este conflicto, un conflicto concreto. Para ello habría que neutralizar las
emociones que profundizan en él, apoyarnos en las que promueven la empatía y la
colaboración. Poner la razón en marcha para resaltar las coincidencias y
relativizar las diferencias. Esto parece sencillo para los individuos pero es complicadísimo
para las colectividades. La permanencia de los conflictos lo demuestra.
Nosotros estamos a punto de proporcionar una prueba más con lo de Cataluña. Al
menos podría ser una buena contribución a la humanidad si sirviera de
advertencia, pero no. Nadie se va a dar por aludido. Fijaos en Cameron: se le
quieren ir los escoceses, los católicos de Irlanda del Norte y algunos galeses,
cada uno con su hecho diferencial a cuestas y a él no se le ocurre otra cosa
que hacer lo mismo con la UE.
Algunas veces envidio a las hormigas, otro animal social,
entre las que no existe hecho diferencial alguno, pero, en cambio, a lo mejor
tienen vergüenza. Vaya Ud. a saber.
1 comentario:
Ciertamente vivimos en un mundo complicado...
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