Yan Huanyi viuda de un granjero chino que murió en 2004 a los 98 años de edad fue la última mujer que conocía el Nushu, escritura que sólo utilizaban mujeres en la provincia de Hunan y zonas del sur de China. Ignoro si hay casos parecidos en otros lugares, pero está claro que la situación social de las mujeres ha tenido que ver con el lenguaje. Éste es un caso extremo porque era extrema la opresión que sufrían las chinas de esa zona, separadas de sus familias cuando las casaban con un desconocido, con el cual habrían de convivir el resto de sus días, encerradas en la casa y sin que se les permitiera siquiera el conocimiento de la escritura. Naturalmente el nan shu (escritura de hombres), que no es sino el sistema ideográfico normal chino y que estaba vedado a las mujeres, no era el responsable de la opresión femenina sino uno de sus instrumentos. Cuando cambiaron las condiciones sociales el nushu desapareció.
La lengua es un instrumento de comunicación pero a veces la complejidad de la mente humana lo ha transmutado en útil herramienta de segregación, de aislamiento de incomunicación y confrontación. El mito bíblico de Babel hace referencia a esta función negativa. Por todas partes existen lenguas o jergas mantenidas o creadas para impedir que individuos ajenos al grupo accedan a información reservada a sus miembros. Convivimos a diario con la infame caligrafía de los médicos o la críptica expresión de los juristas, que son otros tantos medios para impedir el acceso de profanos a su mundo. Luego están las lenguas utilizadas como banderas o como armas por los nacionalistas de toda clase, porque constituyen el único elemento diferenciador a que agarrarse. Evidentemente la lengua es un arma social y política.
En la Inglaterra victoriana un aristócrata británico podía hablar en inglés durante horas sin que la gente del pueblo entendiera una palabra, bastaba con que usara vocablos y expresiones de origen latino, numerosísimas en su idioma pero fuera del alcance del pueblo inculto. La lucha de clases ha tenido siempre un reflejo en la lengua; pero, hubiera sido inútil intentar la igualdad social modificándola; y, sin embargo, intentos ha habido: en los primeros años de la revolución cubana se habló de simplificar la ortografía que se consideró un instrumento de los poderosos (cultos) para poner trabas y dificultades a los pobres que por su incultura no tenían acceso a sus secretos; sólo quedó en algunas cómicas invectivas.
La intervención de la miembra del Gobierno, Bibiana Aido, me ha recordado aquellos discursos de Castro contra la hache y el uso de la ce y la ese. El sentido común debe dictar aquí también acciones comedidas so pena de no obtener los resultados buscados o de caer en el ridículo. Si la lengua de la ministra evoluciona demasiado rápidamente de aquí a poco no la entenderemos. Charlot, en la película que citaba en mi post anterior, se incorporó a una manifestación y entusiasmado se colocó a su cabeza, pero tan ensimismado y ardoroso marchaba que acabó distanciándose de la cabecera. Cuando miró atrás no supo si dirigía la marcha o lo perseguían los manifestantes. Optó por echar a correr.
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