30 dic 2008

Afganistán, un cuento de ogros.

Tenemos ya asumido que no solo no nos marchamos de Afganistán, sino que incluso es probable que aumentemos nuestra presencia allí. Desde el Gobierno nos vienen preparando para el suceso como si se tratara de algo inevitable, mucho más desde que el triunfador de las elecciones USA fuera Obama. Es evidente que Zapatero no quiere que haya obstáculos para recuperar el buen rollo en las relaciones con la gran potencia; sin embargo no se nos dice esto, sino la consabida cantinela de que hay que combatir el terrorismo internacional y la inhumanidad del régimen talibán. Pamplinas, como muestro a continuación.
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A nadie importó nunca la situación de las mujeres en Afganistán –no importa en otros países musulmanes asiáticos, árabes o africanos, pero aliados– hasta que fracasaron las buenas relaciones, iniciadas por Reagan con los talibanes en 1983, cuando se enfrentaban a la URSS, y luego en el poder desde 1992. Para preparar a la opinión pública ante una posible intervención, se desató una campaña informativa, en marcha ya antes de los atentados del 11 S, que nos mostró crudamente los horrores del régimen islámico –los españoles deberíamos saber de esto porque igual se hizo con nosotros, sólo que con más falsedades, para preparar la guerra de Cuba en 1898*. Respecto al terrorismo, ya nadie habla de Ben Laden, no sabemos si está vivo o muerto; pero, si vive, la opinión generalizada es que se esconde en Pakistán, no en Afganistán. De hecho un despliegue militar de la OTAN, como el que existe, no parece justificado por la búsqueda, fallida ya, de ese personaje, o de no se sabe qué organizaciones terroristas.

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¿Cuáles son los auténticos intereses? Es evidente que la posición del país es sumamente estratégica, ya durante la expansión colonial conservó su independencia gracias a que sirvió de estado tapón entre los imperios británico y ruso, en expansión, y el turco en descomposición. Hoy tiene fronteras con China, gran potencia emergente, Pakistán, aliado de EE.UU., pero de gran inestabilidad, Irán, aspirante a gran potencia regional e islámica, y varias de las repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS, con ingentes reservas de petróleo y gas, en las que Rusia intenta recuperar su influencia, China empieza a penetrar, la India aspira a una terminal de gasoducto y occidente –USA y un mare mágnum de empresas energéticas– cree que necesita controlar.

Las reservas de gas halladas en Turkmenistán son ingentes, las de petróleo en toda la zona insuperables y ahora se une el uranio de Kazastán y el oro de Kirguizistán. El problema es que, si se quiere evitar a Rusia, la única salida es Afganistán. Ya en el 83 hubo negociaciones con los talibanes para la construcción de un gasoducto, fracasadas. Después de la invasión, tras el 11 S., se ha recuperado el proyecto de la obra, que nacería en Turkmenistán atravesaría Afganistán y alcanzaría Pakistán donde se dividiría hacía la India y hacía un puerto del Oeste. La cuestión urge porque Rusia empieza a recuperar posiciones y presiona a sus antiguas repúblicas para que expulsen a USA –Tratado de Shanghai (China, Rusia, repúblicas centroasiáticas y Pakistán e India como observadores)–, la India ha alcanzado ya un acuerdo con Turkmenistán para suministro de gas y China ha construido un gasoducto propio para su abastecimiento.

¿Alguien duda que con la administración Obama Afganistán será objetivo fundamental? ¿No ha pedido ya más implicación de sus aliados? Seguramente el gobierno Zapatero tiene poco margen de maniobra si no quiere quedar descolgado de sus aliados naturales. Nadie le pide imposibles, sólo que nos consideren mayores de edad y nos cuenten la verdad en lugar de fantásticos cuentos de hadas y ogros.

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* El Magnate de la prensa W. R. Hearst lanzó una campaña informativa contra la actuación de España en la isla que ha pasado a la historia del periodismo como modelo de manipulación de la opinión pública, movida por intereses comerciales, pero que hizo posible la intervención militar de EE.UU.

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